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Christopher.

—Mírate, te ves hermosa. —Regina acaricia el cabello de Makayla cuando llega hasta ella en el sofá de la habitación.

Puedo ver en los ojos de mi abuela la adoración hacia mi hija. Su pequeña, su heredera absoluta y la luz de sus ojos.

Porque si, Regina puso su fortuna a nombre de mi hija. «Supongo que Makayla será la Morgan más adinerada ahora»

—Voy a tocar la última pieza que aprendí—le dice mi hija con una pequeña sonrisa temblorosa que hace que mi pecho duela.

Hailey, a mi lado, toma mi mano entre las suyas y aprieta suavemente antes de llevarla a sus labios y besar mi muñeca.

Es fascinante como el simple roce de sus labios hace que cualquier emoción anterior desaparezca. Me calma, hace que me centre solo en ella. Y eso es justo lo que necesito en este momento.

—Está bien sentirse mal—me susurra, pasando su mano sobre mis hombros para acariciar suavemente mi nuca—. Está bien ser vulnerable, Chris.

—Quiero ser fuerte para ella. —Deslizo mi mano por su muslo, apretando suavemente su piel descubierta por el vestido.

Respiro profundo, odiando no poder disfrutar este momento. No poder disfrutar de sus caricias, de tocarla, de tenerla después de tanto tiempo.

Pero los ojos húmedos de mi hija me taladran el pecho. No los de Reece o Alex. Son los de mi hija los que me hacen querer romperme y al mismo tiempo ser duro como el acero.

—Ven, dame un beso—pide y giro mi rostro para dejar un casto beso en sus labios—. Eres muy fuerte, Christopher. Pero es tu abuela, puedes ser vulnerable aquí.

—No. No puedo. —Beso su sien y me pierdo en la melodía que nuestra hija comienza a tocar.

***

Dos días después...

Mis ojos no pueden despegarse del ataúd que desciende a la fosa.

Creo que tengo grabado en mi cabeza el color exacto de la madera del ataúd donde yace el cuerpo de mi abuela, Regina Morgan.

Durante todo el funeral no puedo hacer más que recordar los momentos que viví con ella. Siendo consentido y regañado siempre porque esa es su forma de ser.

Los regaños eran constantes. Mi actitud le disgustaba, alegaba que no era de Morgan comportarse como un criminal. Pero sonreía con orgullo cuando acababa con algún contrincante.

La última conversación que tuve con ella antes de morir está clara en mi cabeza.

—Entonces, te ama tan estúpidamente como para perdonarte—dice cuando Hailey sale de la habitación.

Su voz es baja, un poco ronca y cada respiración que Regina toma parece necesitar de demasiado esfuerzo. «Se acerca su muerte»

»Y tú eres un imbécil. —Me mira—. Lo que le hiciste... no mereces a esa mujer, Christopher. Su amor te quedó grande.

—A mi nada me queda grande—contesto, frunciendo el ceño cuando levanta su mano y la apoya en mi mejilla—. Lo jodí, dos veces, pero me juré que su amor no se me iba a volver a escapar de las manos.

—¿Te crees capaz de darle lo que merece esta vez?—bufa—. No me hagas reír, Christopher. Esa mujer es demasiado buena para ti.

—No me jodas. Esa es mi mujer—dejo claro—. Te guste o no, ella es mi mujer. No me importa si su maldita bondad es tal que quiere entregarle su fortuna a los pobres; es mi mujer y se queda a mi lado. Punto.

Ruedo los ojos cuando ella sonríe.

Por supuesto, lo que quería era sacarme de mis casillas. Probarme para saber hasta donde llega mi ferocidad y mi firmeza por Hailey.

—Ese es mi muchacho. —Palmea mi mejilla suavemente—. No dejes que nadie te arranque la felicidad, Christopher. Aférrate con fuerza a tu familia y no vuelvas a cometer un error.

—No lo haré.

—Chris. —La mano de Hailey se desliza por mi brazo y parpadeo, saliendo de mis recuerdos para ver a mi mujer.

Sus ojos están llenos de lágrimas. Nuestra hija yace frente a ella sosteniendo su mano libre mientras llora en un silencio que me agujerea el pecho.

»¿Quieres que yo diga algunas palabras?—me pregunta Hailey y yo asiento.

No quiero. No quiero pararme frente a este montón de personas y decir palabras que no van a lograr salir de mis labios.

No puedo hablar de ella cuando yace a tres metros bajo tierra, su cuerpo aún intacto desde su reciente muerte.

—Por favor—pido y ella me ofrece una pequeña sonrisa, entregándome la mano de nuestra hija antes de encaminarse a la fosa.

Su vestido negro se mueve con la brisa. Los flashes de las cámaras resuenan desde todos lados y yo solo aprieto la mano de mi hija, que se mantiene con la frente en alto incluso entre toda la atención que tiene encima este entierro.

—¿Papi?—me llama y agacho la cabeza para verla—. Te amo.

Acaricio su cabello, dejando que sus suaves y dulces palabras alivien un poco la molestia que hay en mi pecho.

—También te amo, princesa. —Me inclino a besar su cabeza antes de poner toda mi atención en su madre.

—Buenos días, gracias a todos por venir. —Se dirige a las decenas de invitados de los cuales no pudimos deshacernos porque Regina antes de morir dejó todo arreglado.

Periodistas, senadores, ex presidentes, importantes militares y personas relacionadas a la política yacen en las filas alrededor de la fosa en el cementerio. Ni una sola lágrima proveniente de ninguno.

Ni siquiera Alex está llorando. No después de que Regina prácticamente le exigiera no humillarse de esa manera. Y Reece a su lado solo aprieta sus manos en puños.

Thomas solo fue a la misa. No se quedó.

»No voy a pararme aquí a echarle flores exageradamente, todos sabemos que Regina lo habría odiado. —Hailey respira profundo, pero se mantiene firme e imperturbable—. Ella... fue una gran mujer. Una gran soldado. Era alguien a quien muchos admirábamos.

Sin importar cuantas veces Hailey se haya molestado con Regina, o viceversa, sé que ella la veía como la abuela que nunca conoció. Y Regina veía a Hailey como parte de su familia. No la familia, no, su familia. El pequeño círculo de personas que Regina consideraba verdaderamente familia.

»Su muerte dejará un gran vacío, no solo en nuestras vidas sino también en la FEMF. —Toma la flor que le entregan y la lanza a la fosa—. Tu legado no será olvidado, Regina. Descansa en paz.

Makayla tira de mi cuando le entregan una rosa. Y, al igual que Alex y Reece, caminamos hacia la fosa donde vemos el ataúd en el fondo.

«Gracias» digo antes de lanzar la rosa a la fosa.

Recovering love [Christopher Morgan] ¡Pausada!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora