CAPÍTULO 30

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LOS MEJORES AMIGOS

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DIANA AYLEEN

Amina envuelve sus manos en mi cintura y me levanta con sus fuertes brazos. Me baja de la enorme piedra y me deja en el suelo delicadamente.

Antes de que enderece su postura y no pueda alcanzarla, le doy un besito en los labios de agradecimiento. Ella se detiene para mirarme, y sus labios rápidamente se transforman en una media sonrisa. Dejo otro beso, y este no es con mucha inocencia.

—Como te encanta tentarme—Susurra.

Enrojezco mis mejillas, y sigo de lado, dejándola sin respuesta. Eso me hace sonreír, divertida.

—¡Mierda!—Un grito ahogado me obliga a darme vuelta otra vez.

Atlas había rodado de la misma piedra hasta el suelo, en una caída gloriosa, llenándose de hojas y tierra. Amina intenta ayudarlo a levantarse, pero él se niega, agitando sus brazos para alejarla.

— Quítame tus manotas de encima, maldita perra hipócrita. Ahora si te haces la buena samaritana porque Diana está mirando ¿Verdad? Cuando cruzamos ese río de mierda, por poco y le construyes un puente para que cruzara segura y yo casi termino en Madagascar por la puta corriente.

Se sacude la chaqueta deportiva rosada con rabia. Aun esta cambio a mi forma y parece que está al borde del colapso o está en sus días. Se queja de que mis patas son muy cortas y no puede, del calor que hace y que mi cuerpo parece diseñado para estar caliente todo el tiempo, y sí, lo dijo en doble sentido.

—¡Quiero mi pene de vuelta, Diosa Luna!—Suelta un grito desgarrador.

—Cállate, Atlas, por el amor a la Diosa Luna—Le dice Amina.

Jessica y Cyprian bajan con una habilidad impresionante y Jessica ayuda a Carlos, quien por poco y lo obliga a tomar su mano. Nik baja de un salto cuál atleta. Quien estaba encargado del mapa es mi hijo, así que su rostro es cubierto por una enorme hoja. Lili y Andras están descansando en mi cabello luego de estar volando las cinco horas que llevamos aquí.

La isla era enorme, y sin calles, solo salvaje naturaleza muerta, lo que hace difícil salir del límite. El sol se está por ocultar en un par de minutos y quizás debemos acampar. Los soldados de Jessica cargan lo necesario para hacerlo.

—¿Vamos bien, hijo?—Me acerco a ellos.

Ambos me dan una mirada que me enciende, una chispa sospecha, alzo mi ceja, y me cruzo de brazos, esperando que respondan.

—Lo mejor será que acampemos—Dice Jessica. —El recorrido que nos falta para salir del límite es muy largo.

—Si seguimos a este paso, podemos toparnos con una densa oscuridad—Explica mi hijo. —Tal vez para los híbridos y vampiros no sea un problema, pero para nosotros sí.

Me pongo entremedio de ellos para observar el mapa, no entiendo, pero pretendo que sí. Asiento repetidas veces, con mi mano en el mentón.

—Yo opino igual—Digo.

Montar camping fue pan comido para Amina y los soldados de Jessica. Pero hacer fuego, esa fue la cuestión. El clima helado y sin vida de límite, se vuelve más intenso cuando el sol cae. Cyprian y Nikolas conjuran varias entorchas, y con el dolor en el alma de Jessica, usaron cinco de las diez botellas de whisky caro que trajo.

En primer lugar, ¿para qué las trajo? Esto es una misión. Pero ella niega tener un problema con el alcohol.

Ocho largas antorchas rodeaba el claro donde instalaron ocho carpas, al medio había una fogata, donde Lili y Andras jugaban y al lado hay una mesa donde estaba el mapa y Jessica y Amina repasaban los posibles ataques que Evamora podría hacer.

Sword Onyx [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora