CAPÍTULO 50

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LOS SENTIMIENTOS DE UN DEMONIO

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DIANA AYLEEN

Naera maneja el timón del barco, mientras yo observo el tranquilo pero espeluznante mar. Seis enormes bolas de luz blanca volaban arriba de nosotros para no navegar en la oscuridad que se aproxima.

Solo estábamos las dos en la parte superior, mientras había dos brujos abajo limpiando. No pude dormir como ya era costumbre en estos meses, y la noche de hoy pinta de la misma forma. Sin embargo, Naera me ofreció una solución para los dolores del embarazo, bastante efectiva.

Sostengo la taza de hierbas, mientras bebo un poco, el agua debía estar supercaliente, pero lo valía totalmente.

—Ya va a amanecer, ¿Segura que no quieres ir a descansar?—Le pregunto.— Podría quedar Ermer a cargo.

La morena niega con la cabeza, concentrada en el manejo de timón.

—Mi padre me mataría si dejó su barco en manos de otro brujo.—Explica.— Y más si es Ermer.

Eso lo creo, parece que quiere más a sus embarcaciones que a sus propios hijos. Alzo la mirada a las velas plateadas mecerse con suavidad ante el viento.

—¿Tu madre sabes...

—¿De la aventura de mi padre con Mastyr?—Pregunta.

—Iba a preguntar si tu madre sabía que vendrías conmigo—Exclamo, nerviosa. —Pero ya que sacas el tema.

—Nara se lo contó hace mucho y parece estar bien con eso. Pero no crea que yo soy igual a mi padre—Explica, niego con la cabeza, soltando una risa —Mi padre y Nara eran mejores amigos... antes de que ya sabes... se enloqueciera con esa magia tan oscura.

Aprieto mis labios.

—La magia demoniaca. —Susurro. —¿A ti no te llama la atención?

Niega con la cabeza, haciendo una mueca graciosa.

—Dejan de importarte las cosas o las personas que antes amabas con tanta intensidad. Esa magia es un como una sanguijuela que te consume hasta la última pizca de tu alma. —Suspira. —Los brujos que la buscan son los que quieren dejar de sentir y mi padre le reprocho eso a Nara, que se estaba volviendo completamente insensible y ella era todo lo contrario.

Sonreí, aliviada de que piense así, a veces no puedo evitar sentir que cada brujo que se acerca, lo hace con una doble intención, y que eso se debía a la magia demoniaca, la cúspide que "todo" brujo quiere llegar, ahora veo que no todos.

La miro, ella me muestra sus ojos blancos. En ese momento, suelta un segundo el timón. Una ola pega en lado izquierdo del barco, y me hace tambalear, antes de caer, Naera me atrapa, con dificultad, para no soltar el timón otra vez.

Suelto a reír.

—Perdón—Dice ella.—Me distraje.

Niego con la cabeza, suspiro, logrando establecer otra vez mi equilibrio.

—Hemos ido en esta dirección por dos días—Mencioné a la pelinegra, fugazmente. —Creo que es hora de que diga algo más.

Bajo por las escaleras, en dirección hacia los camarotes, entro, y las antorchas se encienden. Atlas, Danielle, Nik y Giselle se encontraban en la cocina, bebiendo algo junto a otros brujos. A todos nos tenía agotados los tres días que hemos estado en el barco, y, pero Nik y Giselle parece que perdieron esperanza alguna.

Sword Onyx [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora