CAPÍTULO 8

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Un fragmento de la primera crónica de Nara:

《 Solo he presenciado dos veces esta anomalía mágica, uno, sin duda alguna, fue un milagro forjado por la madre luna. Y el otro fue de mi autoría, no más que un pecado.

Este acto provoca que un solo cuerpo se divida entre dos almas.

La Diosa Luna en su obra sembró compasión en alguien destinado a ser despiadado.

Yo hice todo lo contrario, cultive en la inocencia pura a la malicia en todo su esplendor.

Y no contenta con eso, profane la mayor expresión de amor que la Diosa Luna les brindó a los licántropos. Las obligué a estar destinadas, pase lo que pase.

Aunque de no haberlo hecho, de una u otra forma, Jessica Favre y Diana Ayleen estarán unidas por un mismo hechizo de dos brujas con intenciones diferentes 》

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ALFAS

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DIANA ECKVAN

Del techo colgaban enormes jaulas, cada una contenía un híbrido en estado salvaje, estaban hambrientos y desorientado ante la oscuridad de lugar. Entra los espacios que dejan estas cárceles, estaba mi masa negra, que a pesar de parecer una inofensiva niebla, en ella contenía todos los demonios que me juraron lealtad.

Esa masa es capaz de apropiarse de cualquier forma, levantar grandes pesos y matar a quienes intenten atacarme. Esta vez adoptaron la forma de tentáculos, cada uno de ellos, cubría el enorme techo del calabazo.

En el centro, arriba de mi pentagrama invertido tallado en el suelo de piedra, se formó un huracán negro sobre el pecho de la híbrida, la única fuera de la jaula. De a poco, la masa cubre su cuerpo entero.

Esta vez si pedí a un demonio en específico y no deje que el más fuerte poseyera al animal. Segundo, después acabo la posesión, entonces, de la voluptuosa masa, baja en forma humana, una mujer con el uniforme de mi orbe, donde el negro predominaba más que el rojo sangre.

Cuando sus pies tocan mi pentagrama, se confirma que la posesión está completa, y de su sangre hibrida solo queda su apariencia

— Mi reina—Dice a la vez que se arrodilla frente a mí.

—Andras— La saludo con una sonrisa.

Salimos del calabozo. En los pasillos de mi mansión, en cada esquina, se encontraban mis demonios, vigilando que no se acercaran seres que no sean demonios o uno de mis brujos.

—¿Le puede pedir algo, reina?—Dijo la castaña. Asiento. — ¿Me podría hacer cargo del castigo de Gomory?

—Adoptó el nombre de Adam ahora—Espeto. —Y está extraviado, al ya no ser de mi propiedad, debe estar escondiéndose en algún bosque, implorando que no lo encuentre.

Al entrar a mi sala, quienes estaban sentados en los sofás se levantan con habilidad, cuatro brujos, los más viejos y poderosos en el mundo mágico, todos tiene aspectos jóvenes, gracias a que son los únicos que les he permitido usar la magia que yo cree, la magia que gobierna el mundo y el tiempo mismo: La magia demoniaca.

—Reina—Saluda al unísono.

Les hago una seña para que se sienten.

—Andras ¿Te gusta tu nuevo cuerpo?—Cuestiona Deméter con una media sonrisa. Ella alza una de sus castañas cejas.—Eres omega.

Sword Onyx [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora