CAPÍTULO 53

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CELOS INCONTROLABLES

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AMINA BELANGER

Sostengo la enorme bolsa de viaje con mi mano derecha, mientras evito pisar la mierda enorme de híbrido. Eckvan parecía guiarse muy bien dentro del límite, a pesar de que el sol quema más, el viento es escaso, la vegetación seca como un desierto.

A pesar de estar en el límite que cruza Estados Unidos, no puedo evitar pensar en todas las similitudes que la tierra muerta tiene en todo el mundo. Solo árboles secos que se caen a pedazos, ausencia de insectos y aves, la escasa de agua que se quedó en este lado, sabe como ácido.

Todo para volver loco a cualquiera.

—¿A dónde vamos?—Pregunto por milésima vez.

—Paciencia. —Me dice. —No los encontraremos tan cerca del límite.

—¿A quiénes?—La miro.

Ella era un poco más pequeña que Diana, lo que me hace pensar que creó el límite cuando era muy joven. Levanta la mirada, y sonríe con malicia.

—A los salvajes—Susurra.

Mi ceño se frunce, y me detengo. Se da vuelta, cruzándose de brazos, lista para burlarse.

—¿Tienes miedo, ojos bonitos?—Pregunta.

—Explicame tu plan, o te quedas sola—Exigí con una sonrisa agría. —¿Por qué me hiciste robar la sangre de un hospital?

Ella rueda los ojos, y se acerca.

—Esta unión entre nocturnos y salvajes está pendiendo de un hilo hace cientos de años—Asegura. —Rhea es una ferviente creyente que la raza nocturna es la suprema.

—Igualita a Hitler, no me sorprende—Dije. —¿No es pariente de ustedes?

Ella finge unas carcajadas, y sigue su camino, voy detrás de ella.

—A Rhea le gana su ego, algo que se quebró el día que decidió que era mejor unirse a ellos, que pelear por últimas sobras dentro del límite—Explica. —Sin embargo, he estado oyendo que muchos se queja de su trato, privilegiando a los suyos.

—¿Y por qué no se revelaron aún?—Pregunto.

—¿Por qué más? Miedo. —Dice. —Mi hermana enojada es el mismísimo... Diablo. —Esa expresión le causa risa.— Además, no son tontos, saben que esta unión es beneficiosa para ambos.

—¿Y quieres manipularlos con sangre en bolsa?—Pregunto.

—No, queremos que se den cuenta de que pueden salir del límite sin su ayuda—Dictamina. —La ventaja que tiene Rhea es que los salvajes no saben como romper el límite. Nosotras le diremos como.

—Mentiremos—Mi mandíbula se tensa.

Su piel palidece, y se detiene, una delgada gota de sangre cae desde su fosa nasal derecha. Saca el pañuelo de su abrigo, y se limpia.

—No le diremos toda la verdad.—Me entrega el pañuelo. —Ellos deben buscar un híbrido salvaje y un demonio. Un Belanger y un Eckvan.

Sigue el camino, mientras yo me quedo observando el pañuelo con la gota de sangre. Relamí mis labios. De mí, cae una gota también al rojo vivo, quedando justo al lado de la de Eckvan.

La guardo con delicadeza en el bolsillo de mi chaqueta, y nuevamente sigo a la pelirroja. Al atardecer aparecieron los primeros híbridos salvajes, en su forma animal, escarban con fuerza un arbusto. Eran tres. El más grande sacaba enormes puñados de tierra, mientras sus gruñidos se volvían más furiosos, al no hallar que comer.

Sword Onyx [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora