CAPÍTULO 54

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AL LÍMITE

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CYPRIAN FAVRE

No he vuelto a ver a Nara. Si es que se trataba de ella. Pero nuestra interacción no ha dejado mi cabeza un solo segundo.

Matar a Rhea y rehacer el límite ¿Pero cómo?

En la inmensa biblioteca de Jessica, había una colección de grimorios, de antiguas brujas, incluso antes de la creación del límite. De magia negra, blanca, de poción, de elementos. Rara vez me dejaba leerlos, porque según ella, no quería que me envenenara. Sin embargo, los robé. Y sé que tengo hasta esta noche, antes de que se dé cuenta de que faltaban.

Creo tener construido lo que sucedió ese día, casi por completo, los detalles más esenciales:

1. Según en un grimorio, de una bruja que vivió ese día en carne propia en el norte del mundo, lo que antes era Norvan en el reino de los Eckvan, vio humanos, licántropos, híbridos, vampiros e incluso brujas entrar en un trance total, y caminar a una dirección única. En un determinado lugar, formaron lo que ella describe como un muro de cuerpos, por lo que pudo contar, ya que la longitud del muro se perdía de vista, eran más de 100 mil seres. En otro grimorio, de una bruja del sur, contó más de 300 mil.

Esto sucedió en todo el mundo, incluso en el mar, donde formaron un muro de cuerpos flotantes.

2. Al momento de Eckvan atravesarse el cuello con la daga de Nara, los cuerpos estallaron en un destelló dorado que cubrió gran parte del cielo. Eso creo el límite. Gabriel Favre hablo en una de sus crónicas del manto dorado, el que nos protege a todos.

3. ¿La sangre de Eckvan los unió a todos ellos? ¿Cómo entrelazas a un tercio de la población mundial, para que el mismo día, creen un "muro de cuerpos"? ¿Y cómo carajos lo hago yo?

La magia demoniaca, Nara la creo de magias que ya existían, mezclando hechizos de magias que de por sí, su mezcla sería imposible. Es como la magia mixta.

Cierro el grimorio de golpe, escuchando el quejido de la bruja autora. Me paso las manos por la cara, y observo el reloj en mi escritorio: 3:35 am. Me levanto, sintiéndome agotado, pero sé que no podre pegar un ojo, así que bajaré por un café.

Salgo de mi habitación, observando por un segundo la puerta de mi madre. Bajo con rapidez las escaleras, y entro al pasillo que da a la cocina. Saludo como de costumbre, el retrato de Liayh que mamá se robó de castillo y sigo el camino.

Pero, me detengo en seco, un sonido sale de la entrada de la cocina, como si alguien husmeara en el refrigerador. Fruncí mi seño.

—¿Mamá?—Murmure. Al no recibir respuesta, estiro mis dedos, creando una pequeña bola de fuego negro. Me acerco, mis pasos son rápidos pero no torpes. Y el insomnio me tiene de malhumor. Entro a la cocina, ampliando el tamaño de la bola de fuego. Pero no hizo falta. —¿Qué carajos haces aquí?

Jessica deja de lado su vaso con agua, y oigo como maldice por lo bajo.

—¿Tú que haces despierto?—Masculla, tratando de voltear la situación.

Niego con la cabeza.

—¡Diosa! ¿Estás espiando a mi madre mientras duerme, otra vez?—Cuestiono, molesto. —¡Eres, en serio, espeluznante! Jodida obsesión que tienes con ella, de verdad.

—Te sorprenderá saber que esta vez entre con invitación— Asegura. Alzo una ceja. —Para hablar.

El ceño se me frunce, y la miro fijamente un buen rato, ella se mantiene seria, pero se le escapa una sonrisa que la delata. Voy a la cafetera de cafe, para encenderla.

Sword Onyx [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora