CAPÍTULO 40

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LA ESPADA Y LA CORONA

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DIANA AYLEEN

El vampiro de ojos verdes me tiene del brazo derecho mientras me guía al sótano de esta lujosa mansión, mis manos están atadas con una pañoleta de algodón, suave, pero sin tener oportunidad de poder soltarme, tres vampiros camina adelante de nosotros, y otros tres detrás, el de al medio, sostiene la jaula de ónix con Lili dentro de ella.

En mi cuello tengo un collar de ónix, no es tanto como para lastimarme de gravedad, pero si evita que me teletransporte.

Sin embargo, noto que cambia de dirección hacia otro pasillo. Intento detenerme, dando jalones para lograr ver a donde van, Lili intenta venir hacia mí, chocando su cabecita contra los barrotes pero chilla.

—Vamos—Me pega hacia él.

—¿A dónde se la llevan?—Le pregunto. Pero me ignora. —¡¿Qué harán con mi demonio!?

Se detiene, me toma de los hombros y me obliga a mirarlo. Sus ojos verdes eran mucho más claros que los de Amina, su rostro es de facciones duras y no creo que tenga una pizca de piedad en su cuerpo muerto.

—Te callas, o mato a tu pequeña diablita frente a ti—Amenaza.

Abre la puerta, y bajamos las escaleras, mi corazón comienza acelerarse al contar más de 20 vampiros, solo los que alcanza la luz del pequeño foco al medio. Todos me miran como si hubiera oído leyendas de mí, parecía un ser el mismísimo Pie Grande.

—¿Amina les dijo que hicieran esto?—Le pregunto al pelinegro. —Son de su equipo ¿Verdad?—Me ignora. —¿Está aquí? ¡Amina!

Rueda los ojos y me tapa la boca, me obliga sentarme en una silla con una almohada, y nuevamente una tela de algodón me rodea los hombros. El vampiro se para frente a mí, con los brazos cruzados, mientras me amarran. Arrugo mi nariz, y lanzo una patada certera a su canilla, aprovechando de tener los pies libres.

—¡Ah!—Exclama, fulminándome con la mirada.

—Agradece que no alcanzo a patearte las bolas.

—¡Amárrenle los pies, también!—Ordena. Cuando lo hacen, se recarga en los apoyabrazos para quedar en la altura. —Eres demasiado atrevida para ser una humanita embarazada en un lugar lleno de vampiros.

—Lo dices como si estuviera enferma—Mascullo, él se encoge de hombros. —¿Qué quieren y por qué a mí?

—Bien, creo que es el momento de responder preguntas. —Dice. —Queremos muchas cosas y eres la única forma de conseguirlas.

—¿Eres del equipo de Amina?

—Sí. —Sonríe.

Mi pecho se aprieta, y el labio inferior me tiembla, trato de mantener la compostura, ya que ellos gozan de mi sufrimiento. Todos me miran atentos a mi reacción, y quedan confundidos cuando endurezco mi rostro.

—¿Ella está aquí?—Murmuro.

Niega.

—La Alfa tiene cosas más importantes—Asegura.

—¿Por qué estoy aquí?—Pregunto.

Él estaba a punto de responder el sonido de unos tacones los hacen callarse, trato de visualizar quien es, pero solo lo logro cuando entra el círculo de luz. Mis músculos se tensan al recordar ese rostro: Veronika, la condesa vampira. Ella traía un vestido negro y una abrigo blanco de piel, siempre se veía impecable y elegante.

Sword Onyx [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora