CAPÍTULO 36

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AMOR DE MADRE

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DIANA AYLEEN

Llevo las yemas de mis dedos a mi creciente pancita, y una sonrisa se dibuja automáticamente en mi rostro. El mar mecía deliciosamente lento el barco, y gracias a ello, mis náuseas desaparecieron después de 10 largas horas.

La mayoría de mis vestidos ya no me quedaban.

No puedo comer más de una rebanada de pastel de chocolate o termina con la cabeza en el retrete. Y ni hablar de las fresas con crema batida.

Ellos solo quieren comer helado y el favorito de su madre, de menta con chispas de chocolate. Aunque no era de mis preferidos, debía de complacer el antojo o no me dejarían retener ni el bocado de otro alimento.

Pero todo por ambos, así no vuelva a comer fresas en la vida.

—Todo por ustedes… Simón y Abel— Susurro. Sí, ya había escogido sus nombres, pero Amina no lo sabía todavía. Quiero darle la sorpresa frente a frente cuando vuelva.

Lili y Andras dejan de revolotear en la vela de la linterna cuando golpean la puerta, y me escoltan de inmediato.

—Adelante—Suelto, acomodando en el sofá.

Una rubia asoma su cabeza, observando con miedo a los dos demonios que están a punto de atacarla. Suelto un suspiro, y las calmo a ambas. Cuando vuelve a abrigarse con la feroz llama de vela, Giselle pone un pie en mi habitación.

—¿Qué te pasó ahora?—Le cuestiono con el ceño fruncido.

Se lanza a mi cama, dando un suspiro digno de una telenovela latinoamericana.

—No puedo dormir—Confiesa.

—¿Y qué tiene que ver eso con Jessica?—Le pregunto.

Hace un puchero.

—La extraño.

Asiento repetitivas veces, y como puedo, me levanto del sillón, una de las misiones imposibles que hoy me atormentan. Tomo uno de los cojines, y se lo lanzo al rostro.

—¡Oye!—Exclama, molesta. —¿Ese es tu gran apoyo?

Me siento a los pies de la cama.

—Ya intenté todo, menos la terapia con electroshock. —Me encogí de hombros. —¿Cómo es qué, a pesar de todo lo que te hizo, sigues amándola?

Yo antes pensaba que era una obsesión, una muy enferma, pero realmente sus ojos se iluminaban cuando hablaba de ella, incluso cuando Jessica hacía de las suyas, sin importarle que sí la destrozaba por completo. Literalmente, Lana del Rey escribió una canción sobre eso y se inspiró en ella.

—Porque ella es y será siempre mi amor eterno—Murmura, con la mirada en el techo. Después de una pausa, dirige sus ojos azules hacia mí. —Y tú serás el suyo.

Aprieto mis labios, y no reaccionó a hacer nada más que recostarme junto a ella.

—La vida me trata como si hubiera si yo quien te embarazó—Exclama con pesar.

Eso me hace reír.

—Ya llegará alguien más que te atienda esos celos atrasados, te lo aseguro—Digo, pero borro de inmediato mi sonrisa. Me siento a la velocidad de la luz, y la miro. —Pero no Amina, me oíste, tú sabes lo que pasa con las que intentan tocar lo que es mío y haría que Lili te devorara por dentro mientras sientes como si te quemaras lenta y…

Sword Onyx [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora