Sword Onyx [3]

CAPÍTULO 52

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ALFA SUPREMA
Y LUNA SUPREMA

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JESSICA FAVRE

Isabelle me desliza las fotos por la mesa, tomo una, sin mucho interés. Reconozco a la maldita de inmediato, pero a la pelirroja a su lado, no.

Miro a la castaña.

—¿Quién es la chica?—Pregunto.

Ella remoja sus labios, y mira un segundo sus manos, antes de enfrentarse a mí.

—Diana Eckvan—Dice.

Mi ceño se frunció.

—Imposible—Digo. —Diana tocó puerto a las once y media de la noche, y yo misma la seguía a la casa y de ahí, no se movió. Esta foto fue tomada a la doce—Ella niega con la cabeza.— La pelirroja que está en la foto, no es la misma que esta ahora dormida en mi jet.

Señalo con la mirada a Diana Ayleen, quien duerme en el asiento junto a la ventana, dos asientos a adelante que nosotras. Isabella asiente, pero carraspea.

—Lo investigué, Alfa, con personas que conocían a Ziah Eckvan—Explica. — Ella es otra Diana Eckvan... la primera.

Me señala la otra foto, era de una pintura que recuerdo haber visto en la mansión de Ziah la última vez que fui. La chica poseían algunas características parecidas a la de Diana Ayleen, pero su cuerpo y estatura son muy diferentes.

—También investigué que su cuerpo estaba conservado en una isla muy lejana, creo que le dicen el "Cementerio de demonios", pero es en el mismo recorrido que hizo la señorita Diana la última semana—Dice.

Cementerio de demonios, debe haber ónix. Desvío mi mirada a Diana, ella dormida placidamente hace dos horas. Entonces, esto era lo que tanto me quería ocultar.

—Creo que entraron al límite para esconderse ahí—Habla.

Niego con la cabeza.

—Si Amina entró ahí, es porque con Eckvan planean algo contra Rhea.

—Pero, ¿En el terreno de un enemigo tan peligroso?—Cuestiona confundida. —Hay una gran concentración de híbridos en ese territorio.

—A la imbécil le excita ponerse en peligro—Aseguro. —¿Qué hay de sus vampiros?

Isabelle endereza su postura, mostrándose orgullosa y no debió decirme más. Esbozo una sonrisa, complacida.

—Has hecho un gran trabajo, Isabelle—Admití.

—Aprendí de la mejor—Exclama con una pequeña sonrisa. —De usted.

Asentí, porque es verdad.

—Ya te hice jefa de la Elite y aumenté tu sueldo, ¿Qué más podría hacer por ti?

Ella ha estado en la Elite por diez años, a su desempeño es excepcional en todos los sentidos, y me arrepiento de no ponerla antes como Jefa, tal vez así, Vicente seguiría aquí.

—Una cena, tal vez. —Dice, sonrojada.

—¿Una cena con mi familia?—Suelto una risa. —No son agradables.

—Con usted, a solas—Me corrige, en un susurro.

Mi sonrisa se borra, y mis ojos van fugazmente a Diana, que se remueve en asiento, sé qué de allí no nos puede escuchar. Vuelvo a la castaña, que mueve su pie debajo de la mesa con nerviosismo.