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Intentar a engañarse a sí misma después de eso fue, tal vez, la cosa más difícil entre todas las cosas difíciles que tuvo que hacer para intentar protegerse.

Pensar en Naruto en el altar, tomando la mano de la que ahora era su esposa, besándola, poniendo sus manos sobre ella, le destruía. Le destruía tanto que no podía dejar de pensarlo, porque incluso así no podía terminar de creer que la historia de los dos había terminado de esa manera. ¿Cómo era posible?

El mismo fin de semana de la boda no fue capaz de salir de su departamento, y qué va, ni siquiera pudo salir de la cama. Entre lágrimas infinitas, ahogos, y más llanto, de alguna manera u otra consiguió llegar al comienzo de la semana, sabiendo que ese sería otro capítulo mucho más difícil que los anteriores.

Al entrar al edificio todo parecía seguir su curso de siempre, las personas actuaban con la normalidad de todos los días pero aún así Hinata sentía y sabía que algo le estaba faltando. Pero por supuesto, nadie más además de ella podía notarlo.

El ascensor estuvo más vacío que otras veces, y mientras recargaba su cabeza contra el espejo, imaginaba que las puertas eléctricas se abrían ante ella y él, radiante, guapo y luciendo tan imponente como siempre, entraría avanzando hacia ella para estrecharla entre sus brazos y robarle uno de esos tantos besos.

Pero no. Nada de eso sucedió. Naruto no apareció. Y todo por la sencilla razón de que él, en ese mismo momento, mientras ella lo anhelaba y deseaba, él estaba en su luna de miel, comenzando con su vida de hombre casado.

Al salir del ascensor y avanzar por el pasillo podía por voces, conversaciones, risas que para ella no significaba nada. Recibía saludos de buenos días, sonrisas, gestos. Respondió cada uno de ellos, pero al llegar a la puerta de la oficina se detuvo como si algo se lo impidiera, tal vez era el grito eterno de su corazón diciéndole que no podría estar dentro de ese lugar tanto tiempo sin él ahí.

Respirando hondo, temblando por dentro y tratando de no llorar frente a todos sus compañeros, finalmente se atrevió a entrar y cerrar la puerta detrás de ella.

Hinata mantiene su espalda firme contra la puerta mientras sus ojos agudos van y vienen por todo el lugar. Se paran por su escritorio vacío, finalmente corren hasta el de Naruto, también abandonado y lejos de su presencia. Una vez más y con poco esfuerzo se lo puede imaginar, no le cuesta nada de trabajo verlo sobre la misma silla de siempre, luciendo serio y atractivo. Puede oír su voz, puede sentir sus ojos sobre ella, pero nuevamente, no es él. No está ahí. Naruto no está con ella.

Y eso, sin poder evitarlo, la destroza.

Los siguientes días no difieren del primero. Hinata debe afrontar la vida ahora sin el hombre al que le entregó su corazón erróneamente, sabiéndolo ahora de otra mujer.

Pensar en ellos dos juntos sin duda era la peor tortita que podía ejecutar contra sí misma. Y aunque intentaba centrarse en el trabajo, e ignorar el enorme dolor que atravesaba constantemente, no podía solo dejarlo de lado. Bastaba con ver de reojo hacia aquel escritorio vacío para que su corazón lo trajera de vuelta. Podía verlo, hasta estaba casi segura de sentir su aroma cerca. La estaba consumiendo, y no había una sola cosa que ella pudiera hacer al respecto.

Y así continúo, permaneciendo lejana a todo, a todos. Su vida una vez más giraba en torno al trabajo, solo que ahora con un pensamiento extra.

Sabía, bueno, todos los sabían. Naruto en menos tiempo del pensado, regresaría. Y aunque se le había aparecido hasta en los sueños y una parte suya deseara tenerlo cerca, sabía que ya no sería posible. Él ya era un hombre casado y como tal volvería. Y precisamente por ello, es que no estaba del todo lista para tener que encerrarse tantas horas al día, con él a solas.

La Amante ┊ NaruHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora