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Muy en el fondo, cuando Hinata decidió quedarse a su lado (pero no de la forma que hubiera preferido), Naruto sintió una tranquilidad que sabía, necesitaba. Aún si moralmente no estaba bien.

Dentro de todo el caos en el que su vida se había transformado, al menos sabía que al llegar a su trabajo vería ese rostro tan precioso y perfecto que, con fuerza, todos los días deseaba ver. Era imposible, sí, pero nadie podía impedirle soñar. Ya le habían quitado su libertad, pero jamás el poder soñar.

¿Era egoísta? Muy probablemente lo era, él, su pensar, su actuar. Su insistencia en mantener a Hinata a su lado incluso si el mundo estaba en contra de ambos para poder vivir su amor como correspondía. E incluso si Naruto moría por gritar a los cuatro vuentos cuánto la amaba, sabía que eso terminaría por perjudicarla, ya que al final del día no es Hinata con quién se ha casado. Ella no es su esposa.

Su esposa...

Naruto ahoga un fuerte suspiro cuando estaciona el auto frente a su hogar.

“Hogar”.

De reojo observa por la ventana hacia la entrada, la puerta está cerrada, las luces encendidas. Shion probablemente estaba en la cocina preparando la cena, luego los dos comerían juntos sin una sola palabra de por medio, porque Naruto no se sentía como como para entablar una conversación con ella. Al menos nada que no tuviera que ver con el bebé que ambos esperaban.

Así eran todos sus días desde el día uno. Su luna de miel con Shion no fue nada parecida a las películas, más aún sabiendo que no era ella la mujer a quién quería para toda la vida.

Tomando su saco del asiento del copiloto, Naruto baja del coche cerrando la puerta y asegurando el auto. Sus pasos son cada vez más lentos mientras se acerca hasta la puerta, a segundos de vivir la misma escena de todos los días.

Rebusca las llaves dentro de uno de los bolsillos de su pantalón aún si hace unos momentos ya las tenía sobre la palma. Con evidente cansancio en su rostro, cosa que él no puede ver, inserta la llave y gira el pomo abriendo la puerta.

Al cerrar, deja las llaves sobre la pequeña mesa que se encuentra a un lado. Sus ojos se mantienen en el camino que va hacia la cocina, Shion no tarda en aparecer. Una sonrisa cerrada se muestra en su rostro y Naruto... Naruto no entiende cómo es capaz de no sentir absolutamente nada al verla.

—Por fin llegas —ella estira rápidamente sus brazos hacia él, con sus manos ahueca el rostro de Naruto y de puntillas se acerca para besarlo. Un beso que Naruto no evita, pero tampoco devuelve.

Shion ignora aquello, igual que todos los días. Lo ignora tanto como su actitud, la cuál es cada vez peor.

—¿Cómo estuvo tu día?

Naruto se encoge de hombros, dejando el saco sobre el sofá.

—Igual.

—¿Oh, de verdad? —Shion sigue los pasos de Naruto con la mirada, pronto los sigue en silencio. — Pero hoy fue tu regreso. ¿Es que acaso tus empleados no te extrañaron?

«La única que me interesaba que me extrañaba, quiso renunciar» piensa con hastío.

—No lo creo —murmura buscando un vaso sobre la encimera. — Fue un día normal.

—Uhm, ya veo —asiente con la misma sonrisa. — La cena ya está lista. Te puedo...

—No tengo hambre —dice tras terminar de beber el agua.

—Pero...

—Gracias. Pero no me apetece comer.

Cuando Naruto pasa por el lado de Shion, sin mirarle, apunto de salir de la cocina, el ruido de algo estrellarse contra el suelo le detiene automático. Naruto mira por sobre su hombro, Shion acaba de arrojar un plato con todas sus fuerzas.

La Amante ┊ NaruHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora