Quiero un abrazo; uno fuerte y pausado, que exprese un cariño ralentizado, que dure entre dos horas y mil años. Uno que sepa acallar mis sollozos empapados y aguarde aun cuando lo malo haya acabado; ya sea conmigo, con mis muros o el deseo de abandonar esta odiosa vida un rato. Exijo dos brazos dispuestos a aislarme del fracaso, del miedo al olvido y quizás al rechazo, que se sienta ameno, también un poco suave y de tantos golpes bajos, adecuado. Uno que sepa anestesiar el dolor, silenciar en mi cabeza al maligno pensador y que me resguarde todavía más cuando solo quede entre mis enteros pedazos ese tan conocido rencor. Un abrazo que dure todo el insufrible invierno y no me suelte ni cuando el calor del verano haya comenzado; que me acaricie la espalda, le haga mimos al pasado. Uno que me tome desprevenida por la espalda y me robe una sonrisa boba que de boba no tenga nada, y otro que por las noches resista los golpes de mi desconformismo, que aprecie mi rostro sin máscara y escuche aun cuando me deshaga entre risas allanadas. Un abrazo que sepa buscarme bajo los kilos y kilos de frazadas sobre mi cama, y que no se canse de verme en el suelo tirada, o en algún baño encerrada. Un abrazo al cual yo pueda volver cuando me halle de tanto llanto oxidada y de tantas pérdidas ganada, un abrazo que se dé cuenta por sí solo cuando deba de venir y cuando, bajo mis términos, yo he de ir. Uno que sobe mis hombros, tome mi pelo en un moño y ante el malestar asfixiante de mi pecho, me ayude a respirar hondo. Un abrazo que me traspase como bala y ate a mi alma las alas que me hacen falta, alas que cuando identifiquen que es hora de al barco abandonar, sean capaces de hacerlo sin una duda pronunciar. Un abrazo que no me arrebate la libertad; que no se sienta como una cruda necesidad, que de esas ya tengo muchas; uno que más allá de ser incondicional, condicione mi tempestad. Uno al que no deba temerle ni mucho menos rogarle, que no desaparezca ni tampoco desde lejos aguarde. Y si yo lo necesito, que estoy tan desorientada como vacía, no quiero pensar lo que lo anhelas vos.
Luján Amaya
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PENSAMIENTOS DE UNA CHICA DE PELO AZUL | #1 Escritos
SonstigesEn un subidón de valentía me animé a compartir algunos de mis escritos más personales con la idea de abarcar otro tipo de novela. Y sin ser capaz de justificarlo, me aterra. He escrito desde tantos sentimientos y con tanta pasión, que me quedo cort...