Perdón, no te vi. Caminaba rápido, apurada, atrapada en la cantidad de cosas que todavía no pasan. No sé si sea mi famoso evento canónico chocarte el hombro o quedarme entre reclamos mudos sentada en el fondo. En el fondo del curso, del colectivo que siempre tomo, o en el fondo del vaso que sintiéndose medio lleno decidió intentar y se quedó sin trasfondo, redondo de darle tantas vueltas al mismo y repetitivo asunto, qué bobo. Disculpá, estaba en otra, en eventos que ya trascurrieron, buscando detalles inciertos o pistas en ellos que me hagan entender por qué aún sigo sobreviviendo en base a algo que ya no tengo. Perdón, no te vi. Realmente no te vi. Y quizás debí insistir, pero concluí que cada matiz en este tablero de ajedrez me lleva a las garras de la reina o de algún metido alfil. Dejo que todo pase mientras espero que la vida en este handball existencial me largue un pase, pero yo no sé jugar, no sé correr ni tampoco esquivar. Quizás por eso atajo, pero lo gracioso es que es lo que menos hago. ¿Que dónde estoy? No sé, me guardé muy dentro. Prendí un sahumerio y dejé que las cenizas se las quedara el viento. Mismo día, diferentes preocupaciones. Una dualidad de pensamientos que quizás en otra dimensión se unan o se queden viendo. Perdón por pedir tanto perdón, por no darme cuenta a tiempo que el error no lo cometí yo, y aun así perdón. Porque al disculparme tanto te ahorro la incómoda sensación de que quizás la equivocación seas vos. Y sí, hay veces que me quedo callada, no porque no tenga qué decir, al contrario, porque de tantas respuestas redactadas mi mente parece haber creado automáticos poemas que se recitan en cada uno de mis silencios; y me escucho. Me escucho aunque no haya nada, porque este pecho de madera se haya hueco, ¿hueco? Sí, y poco cuerdo. Muerdo mi mejilla interna, me creo dolor. Me creo la mejor practicante de dolor, qué emoción, qué imposición. Espero que el telón caiga pronto así quemo de esta obra de mierda el interminable guion, que me hace decir cosas que no quiero y actuar como si mi cabeza no tuviese opción de manipular mi cuerpo. Mil disculpas, tengo mil culpas y por eso me ocupo de no ser una okupa. Repetime eso que no escuché, dale, que tenía un auricular reproduciendo en bucle esas risas que no abandono porque son de mi jardín muerto el abono, o quizás de mi metafórico sueldo un bono. Me gustaría de una vez enfrentar lo que piensa ese signo que muchos llaman "resto". Perdón, fui yo, sonreí como si nada pasara para que no fueses quien dijera perdón.
Luján Amaya
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PENSAMIENTOS DE UNA CHICA DE PELO AZUL | #1 Escritos
AléatoireEn un subidón de valentía me animé a compartir algunos de mis escritos más personales con la idea de abarcar otro tipo de novela. Y sin ser capaz de justificarlo, me aterra. He escrito desde tantos sentimientos y con tanta pasión, que me quedo cort...