No quiero pensar que no nos queda nada

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Es la primera vez que en un escrito te presentas. Me duele no saber de vos, pero mucho más me duele es no tener ahora el derecho de hacerlo. Me duele no verte durante días, pero mucho me va a doler cuando te tenga a centímetros y a mi pecho le parezca un abismo. Me duele no poder tener respuestas, ni la seguridad de un "vos y yo" escrita en una frase que dictamine un futuro juntos. Me duele correr y darme cuenta que no hay hacia dónde ni mucho menos un por qué. Duele pero no lo siento, lloro por dentro; poco a poco se convierte en una angustia que me mata lento. Hay mucho guardado, pero sinceramente me he obligado a quedarme en pausa. Ya no expreso, ya no siento, ni siquiera la ansiedad de aparecer hace un intento.

Te respiro y sigo. Abrazo tu campera y mi nariz busca la presencia de tu esencia que en un aroma se presenta. Lo inhalo hasta que mis pulmones se hinchan y exhalo nostalgia, porque mi amígdala está convencida de que sigues conmigo. Es como llorarle a un muerto, con la diferencia de que no estás muerto, al contrario, más vivo que nunca y siendo condenado por eso. Te amo tanto y me odio de alguna forma por ello. Te extraño horrores, jamás lo había  experimentado y no sé si agradecer ser la receptora de tantos sentimientos, o pedirle el cielo que exilie mis sensores y que a mis lamentos se lo lleve el viento. No sé por qué espero, una parte de mí sabe que no soy buena para eso, sin embargo todavía lo hago, a pesar del huracán de dolor te espero. Y es que podría esperarte una vida, podría sentarme paciente a seguir con la mía pero sabiendo que vas a cruzarte y ser parte de la mía de vuelta. Lamento que las cosas se hayan torcido, lamento no haber cumplido con lo que a mí misma me prometí. Perdón por no poder hacer más que esperarte, porque ya me expresarte que de este tira y afloja te cansaste, y te amo tanto hasta el punto de asumir que si dejarte te hace bien... dejar mis sentimientos de lado y aferrarme a eso es lo que haré. Porque hay una magnitud tan inminente en esto que se alberga en mi pecho, hay una intensidad tan grande esperando por vos, una fuerza que me sobrepasa y mil llagas me clava. Me disuelvo en lágrimas, mis palabras se acaban, no hay un mundo allá fuera que quiera conquistar sino estás conmigo. No hay personas que yo quiera conocer, ni mucho menos momentos que quiera vivir. Prefiero estar encerrada, enclaustrada, exiliada de toda vida que de vos no tenga nada. Porque te amo y te extraño, y esas dos verdades al volverse una me están dañando. Aniquilando. Y yo te sigo esperando, porque si sobreviví a dos días, quizás pueda sobrevivir a un año. Pero no sé cuánto quieras vos beberte el tiempo a tragos, no sé qué te duele ni cómo en lejanía enmendarlo. Yo soy el problema y en sí mismo me considero la solución, solo déjame remediarlo, solo déjame intentarlo, déjame darte la mano para tomarte del codo y aferrarme a vos en un abrazo. Déjame estar, poseerte. Déjame ser de tu manzana la serpiente, y de tu agua la fuente. Déjame serlo todo sin embargo no me dejes. Te lo ruego con el alma colapsada; no te vayas, no sin mí. No con esto matándome. Es que he experimentado la nada encerrándome en el vacío, y es tan... angustiante. Me da tanto miedo, aunque no lo admita y no lo demuestre, tengo más miedo que nunca. 

Luján Amaya

PENSAMIENTOS DE UNA CHICA DE PELO AZUL | #1 EscritosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora