Contraparte

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Cuántos años tendré que esperar para lograr disfrutar solo un día, que pasen los meses sin que las penas pesen, que los días acaben y con mucho cuidado precisamente no conmigo; que las horas se compriman y no sean más que miserables segundos que dictaminen mi presente y lo convierta en residuos del pasado. Cuándo será el día que no espere con más ganas a que llegue otra vez, que sepa vivirlo y a su vez ser feliz en él. Cuándo mi progreso va a tener evoluciones y no pausas que obliguen a mi voluntad a retroceder. Cuándo será la vez que tenga una semana tranquila, y no una aburrida jornada sin qué contar más que las horas que pasé mirando a la nada preguntándome por qué ya nada me lograba saciar.

Aprendí a echar al conformismo de mi vida, pero no aprendí a dejar de exigir, y llegué a un punto de nihilismo absoluto en el que el mismo tiempo que yo quería que pasara, pasaba, sí, pero por encima de mí. Yo quería que todo parase y fue mi propia suerte la que me pasó por encima en una carrera que no era mi responsabilidad correr. Cuándo será la vez que no viva en el cuándo sino en la vez. ¿Tanto sé pedir? Encontré en mí un valor que me obliga a pedir lo que se supone que he de merecer, sin embargo, no llega ni se ve venir. La esencia de ese poder se desvanece porque no sé si yo no soy tanto como creí que debía tener, o simplemente la vida estafa más de lo que yo sé no caer.

Me he difamado a mí misma creyendo que era lo que no hacía y especulando que lo que tampoco lograba, me definía. Fue una tortura hacia la estima que no me tenía, alimenté mi inseguridad a base de aquella idealización de lo que yo pretendí que me completaría. Y tarde me di cuenta que no estoy ni completa voy a estar. Que hay más que resolver de lo que mirar, y eso me asusta al momento de intentar superar esas 16 fracturas que en años comencé a contar. La bronca me consume porque no fui yo la que en su propio esfuerzo se cagó; el comentario que dijeron, el chiste del que rieron, la palmada en la espalda que me mintió, la indiferencia que me mató y la variedad de dudas que nadie más me respondió. Todo concluyó en una mezcla homogénea, no supe diferenciar componentes y por ende creí que solo era un problema sin raíz al cual era mi deber arrancar. Irónico fue cuando en esa mañana feliz, finalmente acepté que ya no quería más... y es tan difícil salir cuando todo te obliga a entrar, es como si te diesen la bienvenida a tu mismo funeral. Contradictorio, gris, una idea que carece de resolución en mi pensar. Y extraño tanto escribir que las oraciones pierden imponencia, solo sobran los restos de una queja que en su momento callé, y de mil sentimientos que sin mucha importancia, bajo presión, terminé por matar. 

Luján Amaya

PENSAMIENTOS DE UNA CHICA DE PELO AZUL | #1 EscritosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora