Hace tiempo que no escribo. Sí, que no me enfoco, que no detono, que todo intento por hacerlo se vuelve polvo. A veces un poema sale, pobre y tosco, y lo borro de a poco. Por falta de ganas, por falta de la energía que en otras cosas invierto y termina quitándome ese reducido tiempo. He perdido batallas que yo misma he empezado por guerras externas a mi pasado, y a falta de armas me usé como escudo a sabiendas que el último golpe sería el más duro. Ya no anhelo al pasado ni a lo que ha pasado, es que vagando tantas veces en otros días, en otros años, el universo sin meditarlo del presente me ha borrado. A veces siento que debo reafirmarme todos los días, que dejo de existir apenas duermo y que al levantarme debo dar nuevas razones para que me reconozcan todavía. No creo que sepas lo que se siente que a tu identidad se le agote el tiempo, que sean segundos cruciales donde todo parece quebrarse y volverse de tus cigarrillos el humo que asciende a destiempo. Como si hubiese una cuenta regresiva y me aterrase desconocer lo que significa cuando finalmente llegue al cero y cero sean mis posibilidades de vida en el trayecto. De forma constante pienso que si dejo de hacer algo la cago, y que si hago demás puede que nada ocurra y termine sin más que dar como tantas veces ya ha pasado. El timbre de llamada parece volverse cada vez más largo cuando más necesito ser atendida, y es que la urgencia de escuchar otra voz que no sea la mía me ha llevado a llamar más a desconocidos de los que debería.
Y he llagado a la conclusión de que la primera palabra es tan imprescindible como la última, y que si empiezas con un insulto por regla debes concluir con una disculpa. Le temo a la abundancia y a la escasez, y es que en ambas hubo diferentes vacíos que no supe controlar hasta cuánto debían controlarme a mí. Lamento si soy hipócrita, si hablo más de lo que acciono. En ocasiones no mido a mi entorno, retorno, y a centímetros de problemas me quedo encendida como si mis palabras las derritiera un horno. Me ahogo en mi propio morbo, atraigo ahogos y cuando siento que la luna ya no llena empiezo a aullar en busca de alguien más como un puto lobo. Perdón si estorbo, es que mi presencia ya no lo es todo, en mí hay asco y mierda que necesita de mí un alto a sabiendas que mi altura no alcanza, mi voz ya es muda y mis pocas fortalezas en contra de mí y tu voluntad quedan desnudas.
Luján Amaya
ESTÁS LEYENDO
PENSAMIENTOS DE UNA CHICA DE PELO AZUL | #1 Escritos
RandomEn un subidón de valentía me animé a compartir algunos de mis escritos más personales con la idea de abarcar otro tipo de novela. Y sin ser capaz de justificarlo, me aterra. He escrito desde tantos sentimientos y con tanta pasión, que me quedo cort...