Que la noche más estrellada nos busque, y entre un vino helado y unos puchos mentolados nos encuentre rabiosa bailando esa canción que alguna vez te espié cantando. Que las miradas se crucen absortas en curiosidad y picardía, que los cuerpos reaccionen más rápido que la epinefrina y cuando menos lo esperemos... profundicen. Conecten, recuerden. Que el tiempo se pause, paciente, de nuestras risas ante chistes malos el mejor confidente. Que el calor veraniego abrace más seductor que nunca nuestras ganas de probar más que tragos mal preparados y la colilla de uno que otro cigarro convidado. Y que cautivado sepas ver más allá de mis pupilas dilatadas y le eches una ojeada a mi alma enmendada, y simultáneamente bajes tu arma, el escudo y la tan famosa muralla así mimo a la tuya ya algo descuidada. Me vas a enamorar, estoy segura, porque jamás necesitaste más que una mirada, jamás precisaste más que esos ojos brillantes de pestañas naturalmente arqueadas y cejas traviesas que entre mil expresiones a mis mariposas mareadas acechan. Que la canción más bella del mundo nos sorprenda con ganas de cantar a gritos, que la joda se convierta en nuestro concierto privado de emociones prohibidas y sensaciones insanas, que sobre el piso se alce un escenario y nuestros pasos se mezclen ritmo a ritmo hasta cruzarnos. Que la timidez se esconda y se deslice por nuestras bocas en palabras aquella bonita improvisación, que alguna carcajada brote y con ellas la fuerza suficiente de acercarme un pasito más a vos. Que la escena nos enfoque solo a nosotros, sin interrupciones, sin segundos actores... que solo seamos nosotros dos los que protagonicen el resto de la noche. Que las brasas escondidas se conviertan en hoguera al probar los labios del otro y termine en incendio al olvidar la raya que nos prometimos alguna vez nunca más volver a cruzar. Porque lo prohibido y la felicidad llaman, a veces en la misma dirección... y toscos, los amantes ordinarios, siguen esa intuición de tentar al fuego que en alguna caótica ocasión nos quiso quemar. Que el universo nos admire, que nos conceda el recuentro álmico más celestial de toda la constelación, que mi corazón tome el tamaño de Plutón y quieras de la nada misma desear vivir allí. Que el aire se trasforme conforme a los minutos siguientes en un huracán de respiraciones rabiosas deseosas por aspirar la esencia del otro, que haya más que deseo y pasión, y nos asuste la cruda sensación de volver sentir esa inquebrantable conexión. Esa nuestra, esa que jamás desapareció. Ojalá nos tomemos de las manos, del pelo, de los labios... que nos tomemos todo, que nos bebamos a sorbos, que absorbamos la piel nostálgica y sin querer dejemos marcas de dominio que delate nuestro error, que delate las furtivas ganas que nos tuvimos entre nos. Ojalá esa noche llegue y nos encuentre bien contentos, bien curados, tanto de alcohol como de heridas... y que si... vuelve a tener sentido, suceda todo una última vez. Que la tercera es la vencida, dicen, pues yo ante vos estoy más que rendida.
Luján Amaya
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PENSAMIENTOS DE UNA CHICA DE PELO AZUL | #1 Escritos
RandomEn un subidón de valentía me animé a compartir algunos de mis escritos más personales con la idea de abarcar otro tipo de novela. Y sin ser capaz de justificarlo, me aterra. He escrito desde tantos sentimientos y con tanta pasión, que me quedo cort...