Zafando encajan perfectos

9 4 0
                                    


Fui capaz de reafirmarlo, entre palabras catalogarlo y darme a mí misma la posibilidad de un escrito recrearlo. Miento cuando digo que no encajamos perfectos, que aunque fueron quizás minutos se sitió como viajar al inframundo y ser víctimas de lo opuesto. Somos presos de eso, creo, porque encajan perfectos tus manos y mi cintura, tus cachetes y mi ternura, tus labios y mis piernas desnudas. Los meses pasados no me parecieron tantos cuando caí en que te había besado, fue mi impaciencia y tu impulso por evitarlo, o quizás era una apuesta que no querías perder y de la que yo no estaba al tanto. Rompecabezas que encajan como el loco y su arrebatada cordura, un mal trato. Mis labios te acariciaron y aunque ya haya pasado, aunque ya no sea un recuerdo cercano, no puedo asegurar qué sentí o qué posibilidad hay de que esté ocultando algo, a fin de cuentas se trató del lapso más efímero y extraño en el que me he involucrado. Un beso que quizás fue mucho más que eso, uno que pareció que teníamos hace años o que al contrario, solo habían sido dos míseros días de lo accionado. Me convertí en un títere de lo que alguna vez anheló mi falta de razón, cada acción pasó tan rápido que no puedo recordar la forma en la que me mirabas, solo hay detalles de cómo ante el calor accionabas. Puede que existiera duda en tus pupilas, o la más cruda seguridad de querer hacerlo mandando a la mierda cada infinita consecuencia.

Y si las señales son confusas, sucias o poco crédulas ya no importa, porque ignorando el mensaje me leíste en prosas. Decodificamos lo que quisimos el uno del otro. Episodio a episodio recuerdo, intentando darle explicación al intervalo que nos llevó a la ebullición, al calor y el volcán que explotó y una vez más nos incendió. No sé si fueron las cenizas que yo no sabía que quedaban y vos ignorabas que estaban, o tal vez las ganas de dos ahora desconocidos que juegan a los desentendidos, juro que no sé y que tampoco logro descifrar cómo bebérmelo. Cómo tragar ese sabor extraño en mi boca, ignorar la interrogación que se abre encerrando todo ápice que le quiera dar a esa duda una contestación lógica. ¿Fue acaso un error, ese pequeño desliz del que todo el mundo es preso cuando se cruza con la persona que alguna vez le hizo ser feliz? ¿O todo se trató de un producto de mi turbia imaginación? Escribo al respecto porque no quiero tildarlo en palabras, no quiero darle sonido a mis pensamientos ni seguir repitiendo explícitamente en mi mente lo que no soy capaz con el habla.

Evidentemente ordinarios; tentados por la carne, la ocasión y lo que alguna vez hicimos con algo parecido al amor. Quizás soy yo a la que más le pesa, a la que más humo al recuerdo echa para no considerarme cómplice de la violación a todo límite que me puse para no mezclarme de esa forma justamente con vos. Pero el momento aparece, siento la mirada fija y la mente sumisa. No estuvo bien y quizá sea lo que mejor se sintió. Algo que ignoraremos los dos como dos simples actores de una peli que jamás se filmó, como dos personajes de una historia que para el bien de muchos nunca se escribió. Pero el libreto está ahí, paciente. Quedan escenas que no ocurrieron y sensaciones que quedaron en el medio. Se trató de ese típico error que quizás no volvamos a repetir, o que con más razón vayamos una y otra vez a revivir. Y no está para nada bien.

¿Qué queda entre nosotros dos? ¿Brasas, odio o simple tensión? ¿Algo relevante o una simple distracción? Que Dios baje y me dé alguna razón para no perderme ante eso que sucedió, porque aunque haga hincapié en cómo la cama bajo nuestro propio peso crujió, también me refiero a esos abrazos, caricias y momentos en donde la ternura y el cariño nos visitó. Porque después de eso, de todo, actuamos con normalidad, con sigilo; como si los sucesos fuesen de otra dimensión, de otros tiempos. Y yo no puedo vivir con eso, me conoces y sabes que no puedo caminar fingiendo que no nos comimos a besos. Y también me conoces y sabes que es eso lo que vamos a terminar haciendo, porque los dos somos demasiados estúpidos. O tal vez el idiota sea vos y yo por no quedarme atrás siga el guion que al único que beneficia es a vos.

Ahora que lo pienso, que entre recuerdos me desvanezco y a su vez me desconcierto, creo que fui yo la que con confianza y un poco de impulso condujo el camino. No me quiero echar toda la culpa, porque si algo me animó fue tu mirada y tu sonrisa cómplice que prometía un "va a pasar de todo aunque creamos que no sea nada". Yo me lancé, me vulnerabilicé, flashé que eras el mismo del que alguna vez me enamoré y sin dudarlo me entregué, prendí fuego el papel de paz que llevaba desde hacía semanas y con el pecho a mil caí. Fue el agarre de tus manos, la cercanía, el paso en falso que siempre me lleva hacia un costado a tomar uno que otro atajo. También fueron los besos en el cuello, tus manos traviesas y el calor que desprendía saber que era la única oportunidad que cualquiera de los dos tendría. 


Luján Amaya

PENSAMIENTOS DE UNA CHICA DE PELO AZUL | #1 EscritosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora