Otra vez, otra canción

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El pensamiento volvió, no solo el pensamiento sino también las ganas. Y no solo las ganas, sino la voluntad. Y seguido de todo aquello que ella tan bien conocía, prefirió esperar. Aun cuando en sus ideas habitaba el caos y en su pecho la conocida tempestad de la ansiedad, era mejor esperar. "Si esto persiste después de que las horas pasen" se repetía a sí misma "por algo será". Quizás el universo se apiadó de su ser hecho ruinas o una chispa de amor en ella surgió, pero no lo hizo. No valía la pena, no ahora. Habría peores situaciones que lo precisarían urgentemente y a su vez tampoco era invierno. "Hay recaídas"  supo afirmarse "y son bienvenidas porque son parte del proceso". Me rompió el corazón oírla pero más verla. Porque era ella quien se estaba cuidando... otra vez. De sí misma, del resto, del peso que la obligó otra vez a recaer sin razón. No existe nada puntual, no es un problema enorme o un conflicto casual, son daños colaterales del desgaste que terminan por desencadenar este rutinario estilo de vida. Ella es fuerte, y sin romantizar su dolor y la forma en la que lo enfrenta, también puedo asumir que es piadosa. Madura. Vaya a saber uno lo que tuvo que pasar, para aprender todo eso por su cuenta. Yo lo admiro, yo lo veo. Meses en limpio, obviamente no va a recaer por algo tan mínimo, tan insignificante, tan estúpido e irrelevante. Ella finge que se adapta, pero después de dieciséis años un sigue sin acostumbrarse. Y está bien, no hay apuro, no hay afán. Nadie la va a ganar, porque de la cantidad de veces que supieron perderla, ella misma parece en competencia empatar. Se va acurrucar, calmar la mente encajando bloques y después de una hora y media recién se va a permitir llorar. Tal vez porque en su lista de reproducciones justo estaba ese tema que la llena de sensibilidad; y ella tan blanda, tan delicada, se va a dejar llevar.

La calma va a faltar. Y va a llorar, sí. Se va a culpar a sí misma porque si tantas veces le pasa lo mismo, entonces el mundo no es el principal problema, ella lo es. Y su orgullo a duras penas se lo permite, y entre aceptarlo e intentar justificarlo, pierde el combate y gana el llanto. Todo es una competencia en ella, incluso ella compite sin saberlo. Pero parece perder. Siempre perder. Se relata a sí misma una y otra vez, ¿será el detonante su última vez?

Ella ya persistió y se cansó, pero no se aparta. Es tan evitativa que a su vez parece desapegada. Pero no, sigue ahí. Como siempre, en la nada. Susurrándose a sí misma que ya vendrá quien sepa complementarla sin necesidad de allanarla, ni mucho menos usarla. Ya llegará el día en el que se va a dejar de comparar con su mamá y dejar la esperanza de algún amor paternal. Se va a despertar resuelta y va a dejar de evitar eso que con tanta facilidad y miedo no quiere arreglar. ¿Por qué se desvive tanto por los demás? Por lo que vayan a pensar, por la forma en la que se supone que van a accionar. "Ya va a llegar el día" se repite "en el que no me resista y así poderme completamente entregar. Quizás el problema sea que no funciono porque no sé dar lo que realmente quieren los demás. Y está bien, porque no es mi responsabilidad. Pero estoy tan cansada de esta inestabilidad, de esta falta de uniformidad. ¿Por qué todo tiene que cambiar? ¿Por qué nadie se puede quedar? ¿Por qué todos tienen que ser una etapa que tarde o temprano va a acabar?"

Luján Amaya

PENSAMIENTOS DE UNA CHICA DE PELO AZUL | #1 EscritosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora