Sorprendí a mi corazón espiándote otra vez. Cautivado, con los ojos embobados, supo que estaba mal. Pegó un salto, dos piruetas hacia atrás y carente de buenas razones comenzó a bailar. Se sonrojó ante la idea de haber caído una vez más ante tus pies, pero también se llenó de vergüenza porque sabe que la pena que me hunde es mucho más que pasajera. Le dolió algo en sí mismo; quizás fueron las heridas, el desangrado recurrente o la cruda realidad de que hallaba completamente deshecho. Hecho añicos, ensangrentado, moribundo... ¿cómo podía sentirlo tan dentro de mí y susurrarle de que por mucho que lo deseara, que lo intentara... ya me habías dejado ir? Que si no me buscaste hasta ahora, son infinitas las imposibilidades de que no lo volverás a hacer. Que si no fui relevante en su momento, qué le hace pensar que ahora sí.
Un corazón enamorado es una amenaza andante, una bomba invisible a punto de detonarse e incluso la prisión de sentimientos, pensamientos y un sinfín desarmes que parecen constantes. Cuántas veces habré de colocarle una venda en sus heridas y en sus ojos, para que no te vea a vos ni mucho menos a las heridas que tu "adiós" le provocó. Cuántas veces lo habré atado a mi pecho, enclaustrado entre mis costillas, para que no se decepcione si ve al tuyo cagándose de risa, sonriéndole fingidamente a la vida o actuando como si una realidad sin él fuese una utopía. Cuántas veces lo habré llorado creyendo que estaba muerto, que no pudo ante otro inmensurable golpe seguir resistiendo. Cuánto más le que queda. Cuánto más va a esperar. No es justo para él, lo sé, pero tampoco para mí. Maldito corazón, no escuché a mi cabeza y confié en esa sensación que me juraste entre sollozos de felicidad que esta vez, por primera vez, te hizo creer que yo era la excepción. Que habría un cuento casi perfecto para esta protagónica existencia, al final... las páginas me abandonaron y quedé con una historia incompleta. Maldito corazón, quedaste a medias. Maldito corazón, solo abundan ruinas. Maldito masoquista que ante excusas intenta justificarse.
Por favor, no sonrías que él te está viendo y no quiero que vibre, que se sacuda, que de la emoción se la tatúe en su memoria. Te lo ruego, no me mires, al menos no directamente... que aún utiliza mis ojos para hundirse en tus tormentosas miradas café y sé a la perfección que al ya conocer ese adictivo sabor, se las quiere beber a todas, embriagarse solo y a solas. Sé que no puedo pedírtelo, pero no cantes, no aquí, no ahora... que a veces ronda mis oídos, y al escucharte se endulza, se ablanda, y le da igual lo vulnerable que se pueda sentir si tu voz le genera el placer de ir y venir, danzar con pasión, u oír lleno admiración. ¿Qué más te puedo exigir? No tires un chiste, que lo puedes hacer reír y su risa no para al menos hasta que lo embarga la nostalgia, terminando en llantos que me acalambran el alma. No te cruces en mi camino, que aunque me desarme que me ignores, lo prefiero. Porque este pobre corazón se cree de hierro, y te busca, y te llama, y te espera, y se achata. Está destruido, cómo te explico que una noche se desintegró y en su lugar quedaron cenizas, desde entonces he intentado darle forma mezclándolo con mis lágrimas, fingiendo demencia, creyéndome ceramista, pero no... No quiere formarse de nuevo. Tan solo espera que lo veas y que le hagas un mimo... ¿Por qué? Porque es masoquista, y entre excusas sabe que no puede seguir justificándote de nuevo.
Luján Amaya
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PENSAMIENTOS DE UNA CHICA DE PELO AZUL | #1 Escritos
RandomEn un subidón de valentía me animé a compartir algunos de mis escritos más personales con la idea de abarcar otro tipo de novela. Y sin ser capaz de justificarlo, me aterra. He escrito desde tantos sentimientos y con tanta pasión, que me quedo cort...