Chloe
—Señorita Graham. Acaban de pagar su fianza. Puede marcharse.
El policía de turno abre la puerta enrejada y con un ademán me pide que salga. Lo hago sin falta, no vaya a ser que cambie de opinión.
Llevo cinco horas encerrada en este sitio. Me han fichado, por lo que ahora tienen mi foto y mi huella dactilar para la posteridad. Miro el dedo índice aún ennegrecido por la tinta y hago un mohín. Declararme culpable no ha sido la idea más inteligente de mi vida. Soy de mente rápida, podía haberme inventado cualquier otra historia, pero en aquel momento mi chispeante cerebro ha decidido declararse en huelga.
Mientras nos dirigimos a la zona pública de la comisaría, me pregunto quién habrá pagado la fianza. Llamé a Lucy, mi mejor amiga, para explicarle toda la movida. Sé que está en los Hamptons con Aiden, su marido, pero ella es la única persona adulta en la que confío, así que no he tenido más opción que perturbar su fin de semana de encierro sexual para que me socorriera. Ella me ha asegurado que enviaría a uno de los cuatro hermanos de Aiden a por mí. Tengo curiosidad por saber a qué MacKinnon le ha tocado el premio gordo de ayudarme. Teniendo en cuenta que Dean, el pequeño, estudia derecho en la universidad y vive lejos, solo existen tres opciones posibles: Jayce, con el que tengo una relación tirante desde que estuvimos a punto de enrollarnos en la boda de Aiden y Lucy; Oliver, quién me cae bien porque tiene un temperamento similar al mío; o Will, el primogénito, y mi hermano MacKinnon favorito a pesar de ser polos opuestos.
Busco a mi salvador con la mirada cuando llegamos a la zona pública de la comisaría conformada por varias mesas ocupadas por agentes uniformados. Tardo muy poco en encontrarlo, pues su gran altura y sus
espaldas anchas son rápidamente captadas por mi vista de lince. Todos los hermanos MacKinnon se parecen mucho entre sí, y más de espaldas: el mismo pelo moreno, la misma constitución imponente..., pero adivino de inmediato que mi salvador es Will. Su trasero lo delata. He dedicado muchas horas de mi vida a contemplar ese trasero firme y duro como una roca, perfectamente tornado por horas y horas de ejercitarse en el gimnasio. Hoy no lleva traje, como sí lo hace habitualmente; va vestido de forma informal con vaqueros oscuros y jersey negro.
Carraspeo al llegar a su altura. Will se gira.
En el momento en el que sus ojos azules tropiezan con los míos comprendo tres cosas:
La primera, que está disgustado por esta situación. Lo sé por la forma en la que frunce el ceño y la boca mientras me mira.
La segunda, que debía estar durmiendo cuando lo han llamado, pues tiene el pelo moreno y corto ligeramente desordenado como si se hubiera acabado de levantar de la cama y no se hubiera molestado en peinarse, algo impropio en una persona tan perfeccionista como él. Siempre va impoluto.
La tercera, que la ropa informal le sienta de vicio. Ese jersey de cuello panadero con sus tres botoncitos descendientes se ajusta tan bien a su torso ancho y firme que es imposible no fantasear con lo que hay debajo.
¿He dicho ya que Will es mi hermano MacKinnon favorito?
ESTÁS LEYENDO
Entre Leyes y Pálpitos (Libro 3: Saga Vínculos Legales)
RomanceMe llamo Chloe Graham y dejé de creer en los finales felices el día que mi madre murió y tuve que asumir la tutela de mi hermano pequeño, ahora convertido en un adolescente huraño y conflictivo. Tampoco creo en las princesas encantadas. Al menos, yo...