Chloe
Unos días más tarde, estoy mostrando a Eli algunas ideas para el reportaje de este mes para la revista cuando el móvil vibra dentro del bolsillo de mi pantalón con la llegada de un mensaje. Lo miro de inmediato porque estoy a la espera de la confirmación de unas prendas que he solicitado a los representantes de varias firmas importantes.
Will
¿Tienes un momento?Estoy frente al edificiodonde trabajas. Necesitocomentarte una cosa.
Sonrío de forma automática al leer el mensaje de Will. Le digo a Eli que necesito ausentarme un momento, cojo la cazadora y, tras un breve trayecto en ascensor donde aprovecho para retocarme el labial rojo en el espejo, salgo al exterior. Will está de pie a cierta distancia de la entrada. Sostiene en una mano un vaso de cartón y en la otra el móvil, cuya pantalla mira con interés
Will es un metro noventa de perfección absoluta. Lleva el pelo corto impolutamente peinado, el rostro libre de barba y un traje gris que parece haber sido cosido sobre su cuerpo de lo bien que le queda. Una corbata también gris, aunque de un tono más oscuro, resalta sobre la camisa blanca. Me quedo unos segundos disfrutando de las vistas en la distancia. No soy la única que lo hace. Un grupo de chicas, a mi derecha, lo miran descaradamente mientras comentan algo entre risas. Es increíble que Will actúe tan ajeno al revuelo que causa a su alrededor. Incluso cuando una mujer pasa por su lado y gira la cabeza para seguir mirándolo, hasta el punto de chocar con alguien que también camina por la avenida en dirección contraria, Will ni siquiera se inmuta.
La satisfacción inunda mi torrente nervioso cuando Will se percata de mi presencia y sonríe hacia mi dirección. De repente, me he convertido en el centro de atención de toda fémina que haya cerca. La sonrisa de Will se amplía a medida que me acerco y Dios, ¿es normal que tenga ganas de morder esa sonrisa?
—Café Mocha con especias de calabaza, nuez molida y nata. —Hace una mueca de asco y yo me río, cogiendo el vaso de cartón que él me tiende.
El otro día después de la vista me invitó a un café para animarme y yo pedí este. Lo definí como un «brebaje levantaánimos para días de mierda», a lo que Will replicó que de tener que ponerle un nombre este sería «brebaje potencialmente cancerígeno de a saber con qué está hecho».
—Que me traigas este café me encanta y me aterroriza a partes iguales —bromeo, disfrutando del calor que desprende la bebida a través del cartón
—. Si crees que necesito un brebaje levantaánimos es porque tienes que darme malas noticias, ¿verdad, William?
—Will. —Me corrige. La sonrisa de Will trepa un poco por su comisura derecha. No hay nada que le quede mejor a alguien como Will que una sonrisa torcida—. Y la noticia que tengo que darte no es ni buena ni mala, en realidad.
—Tú dirás. —Doy un sorbo a la bebida disfrutando de su sabor especiado. Dios, será potencialmente cancerígeno, pero está buenísima.
—He hablado con un colega que lleva el tema de Trabajo Comunitario en Parques y jardines y dice que hay plazas libres en el turno de fin de semana para limpiar Central Park. Podrías incorporarte este mismo sábado, si quieres.
—¿Tan rápido? —pregunto un poco acongojada, porque hasta ahora la idea de tener que hacer esto era algo abstracto e intangible. Su cercanía en el tiempo lo convierte en... real.
—Cuando antes empieces, antes terminarás. Sé que limpiar parques no es una opción muy glamurosa, pero...
—Eso me da igual —me apresuro a aclarar, porque, es verdad, a estas alturas me alegro de no haber acabado en presión. Tal como fue la vista, poco le faltó a ese juez para esposarme ahí mismo y dictar cadena perpetua
—. Es solo que de pronto he sentido vértigo. —Sonrío un poco—. Muchas gracias por hablar con tu contacto y venir hasta aquí a explicármelo. Sin ti me sentiría... perdida.
No sé qué cara debo haber puesto, pero William acorta la distancia que nos separa y palmea mi cabeza como si fuera un perrito necesitado de mimos.
—No ha sido nada. Además, somos familia, ¿no? —dice tranquilamente.
Ignoro la punzada de decepción que me atraviesa el pecho. Por algún motivo que se acoja al hecho de que seamos familia me fastidia un poco. El otro día cuando lo hizo no me molestó, pero hoy... hoy sí. Quizás sea porque una parte pequeña de mí es demasiado consciente de lo mucho que me pone Will como para llamarlo «familia». O sea, a un familiar no te lo imaginas desnudo. Y en los últimos días a Will me lo he imaginado desnudo muchas veces. No es que esto sea nuevo. Es decir, desde que empecé a frecuentar a la familia MacKinnon y a tratar con todos sus integrantes, Will, poco a poco, se convirtió en una especie de crush para mí. Como cuando de adolescente te enamoras de un profesor y lo adoras platónicamente, a sabiendas de que se trata de algo prohibido y que nunca podrá pasar nada entre vosotros. Con Will me pasa algo así, a excepción de que una historia entre nosotros no violaría ninguna ley. Creo que de violar leyes estoy servida.
Sacudo la cabeza como si quisiera espantar semejantes pensamientos de mi mente.
—Esto... ¿te apetece que vayamos a cenar? —Miro la hora en el teléfono móvil y constato que es casi la hora de salir—. Tengo que terminar una cosa, pero en cuanto lo haga seré libre. Sería mi forma de pagarte por todo lo que has hecho por mí.
Will niega con un movimiento de cabeza.
—Me comprometí a recoger a Faith de sus clases de danza y llevarla a casa de su madre. ¿Quizás otro día?
Hago un mohín, reconozco que desilusionada.
-Otro día, entonces.
Will se despide con un guiño, me da la espalda y echa andar avenida abajo. Mientras acabo de tomarme el Café Mocha con especias de calabaza, nuez molida y nata, sigo a Will con la mirada hasta que su cuerpo ancho y alto desaparece entre la gente.
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Entre Leyes y Pálpitos (Libro 3: Saga Vínculos Legales)
RomanceMe llamo Chloe Graham y dejé de creer en los finales felices el día que mi madre murió y tuve que asumir la tutela de mi hermano pequeño, ahora convertido en un adolescente huraño y conflictivo. Tampoco creo en las princesas encantadas. Al menos, yo...