Habitación

242 7 0
                                    

Will

Llego al edificio donde vive Chloe en 25 minutos. Me ha costado mucho encontrar un hueco donde dejar el coche. Llamo al interfono de abajo y ella me abre sin responder. Una vez arriba, la puerta del piso está abierta y yo entro cerrándola tras de mí. El panorama es desolador. El agua fluye de la cocina hacia otras partes de la casa. Chloe recoge agua del suelo con un cubo que deshecha en el lavabo del cuarto de baño.

Al verme llegar me dirige una mirada apurada. Está mojada y la ropa se le pega al cuerpo como una segunda piel. Trago saliva intentando no perderme en esos pensamientos inadecuados y me dirijo corriendo hacia el origen del problema. Me cuesta un poco dar con la llave de paso de agua, pero cuando la localizo y cierro la válvula, el flujo del agua se detiene.

Chloe aparece tras de mí.

—¿Ya está?

—Eso parece. —Estoy empapado y siento la camisa que llevaba pegada al cuerpo—. Aunque se trata de una solución temporal. Ahora mismo no tienes agua corriente en ningún punto de la casa.

—Vale. En cuánto te marches llamaré a un fontanero. —Se pasa una mano por el pelo mojado y un mechón se pega en sus labios. Me contengo para no apartárselo yo mismo. También sigo conteniéndome para no mirar hacia abajo, ahí donde la blusa que lleva se transparenta y revela el sujetador negro con encaje—. Gracias por venir a mi rescate.

Me aclaro la garganta y aparto la mirada porque, definitivamente, soy incapaz de dejar de mirar donde no debo.

—Es probable que tengas que cambiar la parte inferior de los muebles de cocina. La madera se hincha con el agua.

La oigo maldecir en voz baja. Sigue habiendo una fina película de agua recubriendo el suelo, aunque esta ha menguado bastante gracias a las toallas que Chloe ha colocado aquí y allá y los cubos de agua que ha desechado.

—Muchas gracias por todo, Will.

—No tienes por qué dármelas —digo con una sonrisa.

—Claro que sí. Últimamente no hago más que molestarte. —Traga saliva, contrariada—. Pagaste mi fianza en comisaría, te encargaste de la defensa de mi vista, me encontraste un lugar donde realizar las horas de trabajo comunitario, me ayudaste aquel día que Rider robó aquellas gafas tan feas en el centro comercial y aquí estás una vez más, salvándome el culo. —Hace un mohín—. Parezco una damisela en apuros. No sabes lo mucho que me disgusta cumplir con ese cliché.

Sus palabras me provocan ternura.

—No eres una damisela en apuros. Todos necesitamos ayuda de vez en cuando.

—Yo no. Yo nunca la he necesitado porque no la he tenido. He tenido que aprender a apañármelas sola.

—Pero ahora ya no estás sola, Chloe. Nos tienes a todos nosotros — digo refiriéndome a los MacKinnon al completo—. Y me tienes a mí — especifico, con la voz un poco temblorosa, porque decir esto en voz alta me hace sentir de pronto vulnerable y un poco expuesto—. Me gusta estar ahí para ti siempre que lo necesitas, Chloe.

Entre Leyes  y Pálpitos  (Libro 3: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora