Hola, highlander

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Chloe

No puedo dormir. Por mucho que lo intento, mi cabeza es incapaz de vaciarse de pensamientos. Hacía mucho que no sufría de insomnio. Soy una chica práctica que, casi siempre, es capaz de mantener a raya los desvaríos de su mente. Sin embargo, no creo que lo consiga hoy.

Frustrada, me levanto, preparo una infusión relajante, me la tomo y vuelvo a la cama, pero mi mente sigue en plena ebullición, incapaz de encontrar el botón de apagado.

Son demasiadas cosas en las que pensar: el trabajo en Pink Ladies, Rider, las horas que me quedan de trabajo comunitario, mis sentimientos por Will... Ehhh... Espera. ¿¿Mis sentimientos por Will?? ¡¿Otra vez con eso?!

Chasqueo la boca enfadándome conmigo misma. No sé en qué momento Will entró en mi lista de preocupaciones actuales, pero ahí está, dándome por culo y ocupando un puesto relevante. Es cerrar los ojos y recordar el sentimiento de intimidad y conexión que vivimos la otra noche durante la cena en el japonés. Sus manos sobre mis manos. Su mirada y la mía entrelazas en un nudo prieto.

Argh. ¡No! ¡No! No puedo pensar en él en esos términos. Es Will, por el amor de Dios. El cuñado de mi mejor amiga, casi familia. Una cosa es fantasear en acostarme con él de forma platónica y otra bien distinta es... esto. Este sentimiento que me oprime el pecho cuando evoco su recuerdo. Ruedo sobre la cama y resoplo. Debo desviar la atención de mis pensamientos hacia otra cosa.

Intento pensar en el trabajo a la comunidad. Ya llevo 40 horas acumuladas. Solo me faltan 110. Y la verdad es que la cosa no está tan mal como creí. Incluso me divierto. He hecho buenas migas con Molly, las

mellizas pijas y el resto de personas que, como yo, están pagando sus deudas con la justicia a base de horas y horas de arduo trabajo. Además, Harrison y yo hemos hecho las paces y ahora me adora. Después del episodio del chaleco con lentejuelas del otro día pensé que eso sería imposible, pero conseguí ganarme su adoración a base de pastelitos franceses y batidos de chocolate. Seguro que Will se sentiría orgulloso de mi capacidad de persuasión.

Will...

Suspiro y, de pronto, lo evoco de nuevo. Will vestido con uno de sus trajes a medida. Will sonriéndome. Will tocándose el pelo cuando se pone nervioso. Will mirándome como si fuera la única persona sobre la faz de la tierra...

Arghhhhh. ¡Pero bueno! ¿Otra vez?

Frustrada, estampo la cara contra la almohada y grito. El grito queda amortiguado.

Dios, pero ¿qué me pasa? Will está bueno, vale. Y se ha portado genial conmigo, lo sé. Y me gusta, ¡pues claro! ¿Cómo no va a gustarme? O sea, es un MacKinnon: irresistible por definición. Pero también me gusta el buenorro del repartidor que viene a traernos el correo todas las mañanas y no me paso el día pensando en él. Lo de Will se me está yendo de las manos.

Cojo aire con fuerza y decido tomar cartas en el asunto. Solo hay una cosa que pueda hacer para sacarme a Will de la cabeza.

Abro el primer cajón de la mesita de noche y saco mi consolador. Es rosa y tiene una especie de saliente en la base ideado para vibrar sobre el clítoris mientras me penetro con él. Es un dos en uno. Se llama vibrador Rabbit y se popularizó gracias a Sexo en Nueva York, la serie de mi juventud.

Entre Leyes  y Pálpitos  (Libro 3: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora