Will
El lunes, estoy trabajando en la defensa de un caso importante cuando la luz del intercomunicador que conecta con mi secretaria parpadea. Aprieto el botón correspondiente para escuchar lo que tiene que decir:
—Will, tienes una llamada de Mark Harrison, ¿te la paso?
Alzo las cejas con desconcierto. Hablé con Mark la semana pasada para colocar a Chloe en uno de sus grupos de trabajo a la comunidad. ¿Habrá pasado algo?
—Vale, sí, pásamelo.
El teléfono suena y me coloco el auricular en la oreja. La voz de Mark suena cansada.
—Tenemos que hablar de Chloe Graham. Frunzo el ceño.
—¿Ha pasado algo?
—«Tu chica» ayer la lió. Llegó al turno de mañana con el chaleco de trabajo hecho un cristo y cuando le eché la bronca por haberlo estropeado me llamó tirano intransigente.
Ignoro la forma en la que mi estómago se contrae cuando se refiere a Chloe como «mi chica». No lo es, pero tampoco me detengo a corregirlo. Creo que no es el momento.
—¿Qué quiere decir que el chaleco de trabajo estaba hecho un cristo?
—Pues que le cosió lentejuelas brillantes por encima. Parecía la presentadora de uno de esos programas de Nochevieja. —Chasquea la boca contra el paladar—. Me dijiste que era una buena chica, Will.
—Y lo es —digo un poco confuso, porque el hecho de que Chloe haya cosido lentejuelas en un chaleco de trabajo es bastante absurdo.
—Pues lo disimula muy bien. Consiguió que ayer todos me abuchearan al grito de «Mark Harrison es un tirano».
—Joder, lo siento.
—Me costó mucho instaurar la calma. Hablé con Graham en privado y después de explicarle que no puede ir por el mundo tuneando chalecos de propiedad Estatal me prometió que no volvería hacerlo. —Suelta algo parecido a un suspiro—. Voy a darle otra oportunidad, pero si monta otro complot parecido a este, tendrá que buscarse otro sitio donde hacer sus horas de trabajo comunitario, ¿entiendes?
Mark cuelga y yo me quedo un poco aturdido. No entiendo nada. Conozco a Chloe desde hace aproximadamente dos años. Puede parecer un poco cabra loca, pero en general siempre ha demostrado ser una mujer madura.
Confuso por todo, llamo a Chloe. No me lo coge.
Miro la pantalla del ordenador donde estaba escribiendo la defensa para el próximo caso, suspiro, y salgo del despacho diciéndole a mi secretaria que anule todas las reuniones de la tarde.
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Entre Leyes y Pálpitos (Libro 3: Saga Vínculos Legales)
RomanceMe llamo Chloe Graham y dejé de creer en los finales felices el día que mi madre murió y tuve que asumir la tutela de mi hermano pequeño, ahora convertido en un adolescente huraño y conflictivo. Tampoco creo en las princesas encantadas. Al menos, yo...