Will
Estoy escribiendo la respuesta de un correo electrónico en el ordenador cuando el intercomunicador parpadea sobre la mesa. Aprieto el botón y la voz de mi secretaria, anuncia:
—Will, tienes una llamada. —Su voz suena extraña, aunque no le doy importancia.
—¿De quién? —pregunto distraído, sin dejar de teclear. Al otro lado hay un breve silencio. Un titubeo.
—Esto... bueno, ella... me ha dicho que te diga que es... ¿tu chica?
Dejo las manos suspendidas sobre el teclado con mil emociones encontradas presionando mi pecho.
—¿Mi... chica?
—Sí, ella... ha sido muy insistente con que te dijera eso. Ha dicho que tú lo entenderías.
—Pásamela —pido, con el pulso acelerado y un nudo en la garganta.
—¿Perdón?
—Que me la pases. Un nuevo titubeo.
—De acuerdo.
El teléfono suena sobre la mesa y lo cojo con un movimiento rápido. Me aflojo la corbata con ansiedad.
—¿Chloe?
—¿William? —La voz de Chloe crea una ola de pequeñas burbujas nadando en mi estómago—. Siento haberte llamado al trabajo, pero es que no respondes al teléfono móvil y necesitaba hablar contigo.
—¿Eres mi chica? —pregunto sin poder contenerme. Como respuesta, ella suelta una risita.
—William... —Adivino su sonrisa—. Te he echado de menos.
—Y yo también, joder. Cada puto segundo. Una nueva risita.
—Sht. Los chicos buenos no dicen palabrotas.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que no soy un chico bueno?
Ella vuelve a reír y su risa me emociona. Después de tantos días esperando, después de tantos días de dudas e incertidumbre, volver a oír su voz, volver a escuchar su risa es lo que necesito para que la tensión acumulada sobre mis hombros desaparezca.
—Escucha, hay algo que necesito decirte, pero no por aquí. ¿Podrías escaparte del trabajo un par de horas y venir donde estoy yo?
Miro mi agenda. Tengo una reunión a las once, pero a la mierda la reunión. Chloe es prioridad.
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Entre Leyes y Pálpitos (Libro 3: Saga Vínculos Legales)
RomanceMe llamo Chloe Graham y dejé de creer en los finales felices el día que mi madre murió y tuve que asumir la tutela de mi hermano pequeño, ahora convertido en un adolescente huraño y conflictivo. Tampoco creo en las princesas encantadas. Al menos, yo...