El merece saberlo

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Chloe

Un nuevo día amanece y yo salgo escopeteada de la habitación con las manos en la boca y la arcada presionando la garganta. Atropello a Rider en el pasillo. Este cae de culo al suelo y se queja con un gruñido. Entro en el baño justo a tiempo de encender la luz, ponerme de rodillas frente al inodoro y colocar la cabeza dentro. El vómito cae como una cascada de líquido amarillenta en su interior. Escucho pasos tras de mí y siento una mano fría colocarse sobre mi frente y sujetarme el pelo. Rider chasquea la boca con preocupación. Yo me sacudo un par de veces más antes de dar por finalizada la sesión de vómitos matutinos.

Me limpio la boca, me levanto del suelo y Rider insiste en acompañarme al médico, pero yo le aseguro que estoy bien, que mi malestar es culpa de un virus estomacal y que en unos días estaré mejor. No muy convencido, se marcha al instituto.

Cuando me quedo sola decido repetir mi rutina de ayer: quedarme vegetando en el sofá. Suerte que Avery me convenció para tomarme la semana libre, porque no soy persona.

El móvil suena sobre la mesa de centro a las 10.00 h. Y vuelve a sonar a las 11.00 h.

También lo hace a las 12.00 h.

En todas esas ocasiones, es Will quién llama. Desde ayer no he respondido ninguno de sus mensajes ni he devuelto ninguna de sus llamadas. Estoy comportándome como una persona inmadura y cobarde, pero la verdad es que sigo un poco en fase de negación. De hecho, ayer bajé un momento en la farmacia para comprar más pruebas de embarazo con la esperanza de que el resultado hubiera cambiado. Obviamente, eso no sucedió. En todas ellas el resultado fue el mismo.

Sea como sea, no puedo seguir evitando a Will. A estas alturas ya debe suponer que algo pasa. Es cuestión de tiempo que se plante en casa y, entonces, no me quedará más remedio que abrirle la puerta y enfrentarme a esto.

Tengo que tomar una decisión. Tengo que pensar bien en lo que quiero hacer, en lo que es mejor para mí, para Will, para los dos.

Soltando un suspiro, cojo el móvil de la mesita de centro y llamo a la única persona de este mundo con la que puedo hablar de esto: Lucy. Lleva un mes en Los Ángeles, está a tope con los niños y la adopción, pero la necesito más que nunca.

Responde al tercer tono.

—Hola, Chloe. Los niños te saludan. —Oigo un coro de gritos infantiles de fondo y noto la sonrisa de mi amiga al otro lado del hilo telefónico.

Un nudo de ansiedad se instala en mi garganta. Mi amiga parece feliz. Por fin va a cumplir su sueño de convertirse en madre, y yo... yo... Dios,

¿cómo se supone que voy a contarle esto teniendo en cuenta su situación persona? No lo he pensado bien antes de llamar.

Un silencio tenso se apodera de mí.

—¿Chloe? —Aunque no la veo adivino un alzamiento de cejas—. ¿Va todo bien?

Entre Leyes  y Pálpitos  (Libro 3: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora