El «nosotros»

185 8 0
                                    

Chloe

Al día siguiente abro los ojos con el estómago revuelto y la náusea instalada en mi garganta. Acabo de despertarme, pero la sensación de asco es tan grande que me veo obligada a saltar de la cama, correr por el pasillo y arrodillarme frente al inodoro antes de echarlo todo dentro. El sabor amargo alcanza mis pupilas gustativas.

La puerta del baño se abre.

—¿Estás bien? —pregunta Rider, con voz adormilada.

—Sí —digo notando los ojos aguados—. Llevo unos días fatal del estómago. Debo haber pillado un virus.

—¿No deberías ir al médico?

Sacudo la cabeza restándole importancia a la vez que me pongo en pie.

—Estoy bien.

Rider no parece muy convencido con mi afirmación.

—Hoy no trabajas, ¿no? Puedo acompañarte si quieres.

—¿Y saltarte las clases? Ni de coña —digo yo colocando las manos sobre sus hombros—. Vístete. Voy a preparar el desayuno.

Cocinar cuando todo te da asco es lo peor del mundo, y eso que me limito a tostar un poco de pan y preparar huevos revueltos. En un par de ocasiones he creído que volvería a vomitar, pero he contenido bien el impulso. Lo sirvo todo en un plato y espero a que Rider aparezca y se lo zampe. Lo hace lanzándome alguna que otra mirada preocupada, pero yo finjo estar bien, aunque por dentro esté echa un asco, y no solo por las náuseas, sino también por esta desazón que se ha instalado en la boca de mi estómago desde ayer.

—¿Seguro que no quieres que te acompañe al médico? —pregunta tras colocarse el asa de la mochila sobre el hombro izquierdo y dirigirse a la


puerta de la entrada. Su ceño está fruncido.

—Seguro. No voy a ahorrarte un día de estudio, chaval. Él chasquea la boca con fastidio.

—Si cambias de idea llámame.

***

Paso la mañana tumbada en el sofá. Soy incapaz de hacer nada. Todo me da asco. Hasta ver la tele o leer. Dios. ¿Cómo puede decir la gente que estar embarazada es una experiencia maravillosa? Hacía tiempo que no me sentía tan enferma.

En algún momento el móvil suena sobre la mesa de centro. Es Will. Me muerdo el labio con indecisión, pero no respondo. No puedo hablar con él. No cuando ni siquiera sé cómo enfrentarme a lo que pasa. Estoy... conmocionada. En shock. Tampoco ayuda que mis sentidos se sientan como aletargados, como si viviera entre una neblina espesa que lo mitiga todo. Por internet leí que durante las primeras semanas a causa de las hormonas eso podía pasar.

Las horas siguen avanzando y, después de comer, Will me llama de nuevo. No cojo la llamada y la pantalla se ilumina con la llegada de un mensaje que no leo ni respondo.

Tengo que tomar una decisión y debo hacerlo antes de verle. No tengo mucho tiempo, tampoco tengo las cosas claras. Solo sé que no estaba preparada para que esto sucediera. El futuro se ha vuelto oscuro, incierto.

Y necesito escapar de esta oscuridad, porque siento que me estoy ahogando en ella.

No ayuda que eche tanto de menos a Will.

Lo echo tanto de menos que en ocasiones me cuesta respirar.

Siento que esto va a destruirnos. Que el «nosotros» que apenas hemos empezado a construir quedará reducido a cenizas cuando todo estalle.

Entre Leyes  y Pálpitos  (Libro 3: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora