Negando mis impulsos

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Chloe 

—¿150 horas de servicio a la comunidad más la multa de 2.000 dólares? — Lucy, mi mejor amiga, abre los ojos castaños de par en par— Pensaba que Will había conseguido un buen acuerdo.

He llegado a Pink Ladies, la revista femenina para la que trabajo como estilista, hace unos minutos. Trabajar aquí es un sueño hecho realidad. Entré como becaria hace cinco años y hace dos conseguí un puesto fijo como una de las estilistas principales, bajo el mando de Eli, el estilista jefe. Lucy es redactora en la revista, nos conocimos cuando empezamos a trabajar aquí y desde entonces somos las mejores amigas del mundo mundial.

Pink Ladies es una de las revistas más vendidas a nivel nacional. Desde que Avery Keaton asumió su mando, se ha convertido en un referente para las mujeres de todo el país. La base de su éxito radica en su línea editorial, que es innovadora, feminista e integradora. Me encanta formar parte de este proyecto.

En este momento estamos en el vestidor, que es un cuartucho de la revista lleno de percheros y baldas con ropa que las firmas nos ceden para ilustrar los reportajes fotográficos de la revista citando las referencias correspondientes. A las trabajadoras de Pink Ladies nos permiten usar cualquiera de estas prendas siempre y cuando las devolvamos en buen estado. El conjunto que elegí para la vista lo cogí de aquí, y de aquí son los vaqueros y el jersey negro con transparencias que acabo de ponerme.

—Ha sido todo rarísimo. El juez hablaba en un tono súper agresivo, como si tuviera alguna especie de problema personal contra mí. Por un momento he valorado la posibilidad de que nos hubiéramos acostado y se sintiera ofendido por no haberlo reconocido o yo qué sé. Pero es imposible.

Si me hubiera acostado con un macizorro así me acordaría. Nunca había pensado que una toga pudiera ser sexy.

Mi amiga se ríe entre dientes.

—No sé cómo te puede parecer sexy después de haberte jodido así.

—Obviamente hubiera preferido que me jodiera de otra manera.

—¡Chloe! —Lucy se ríe escandalizada.

Yo me río con ella. Así es mi Lucy. Todo candidez. Es pequeñita, tiene el pelo castaño, los ojos muy grandes y un rostro tan expresivo que parece un dibujo animado.

—Tenías que haber visto la cara de Will. Cuando hemos salido de la sala de vistas no podía ni mirarme. Por lo visto es muy raro que un juez rechace la recomendación del fiscal.

Lucy hace un mohín.

—¿Y cómo lo vas a hacer? 150 horas son muchas horas. Me encojo de hombros.

—Will va a buscarme algún sitio donde pueda hacer jornada intensiva los fines de semana. Si trabajo 10 horas sábados y domingos, en un par de meses habré terminado. Es la única opción, porque acogerme a una jornada reducida en el trabajo es inviable, tengo muchas facturas que pagar. — Suelto un suspiro profundo y miro mi reflejo en el espejo. Solo me falta una cosa para volver a ser yo.

Entre Leyes  y Pálpitos  (Libro 3: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora