Para lo que necesites.

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Chloe 

Ese mismo sábado, a primera hora de la mañana, Lucy detiene el coche frente al centro social donde me han citado para una sesión informativa antes de empezar con los trabajos a la comunidad de hoy.

—Evita comer cerca de alguno de alguno de tus compañeros, podrías acabar con un tenedor clavado en alguna parte. Tampoco mantengas contacto visual; mirar a alguien más de tres segundo seguidos puede ser considerado una provocación. Ah, y si durante la jornada alguno de ellos se acerca a ti con alguna cosa puntiaguda, de forma amenazadora, grita. —Me mira muy seria y yo aguanto la risa porque su preocupación exagerada me resulta adorable. Por lo visto se ha pasado toda la noche buscando información en internet, como cuando escribe uno de sus artículos en la revista—. Ah, y te he comprado una cosa que posiblemente te sea de utilidad. —Se tira hacia delante, abre la guantera y saca del interior un paquete de cigarrillos. Me lo ofrece y yo lo acepto un poco confusa.

—¿Para qué se supone que es esto?

—Para trueques.

Se me escapa una risa.

—Lucy, voy a hacer trabajos a la comunidad, no a la cárcel. Dudo que aquí la gente haga trueques con cigarrillos.

—Nunca se sabe. Mejor ir bien preparada.

—No tenías por qué traerme hasta aquí, gracias, pequeña. —Le doy un abrazo corto y me separo para mirarla—. ¿Qué planes tienes tú para hoy?

—Pues Aiden va a estar todo el día fuera por trabajo, así que aprovecharé para escribir Desde Manhattan con amor. —Lucy tiene una columna propia en Pink Ladies con ese nombre—. A lo mejor salgo a pasear un rato porque me siento muy sola en una casa tan grande vacía.

Su expresión se ensombrece un poco y no puedo evitar compadecerme por ella, porque estos dos últimos años no han sido fáciles. Y es que hace dos años mi amiga descubrió que era infértil. Ella, que siempre había soñado en convertirse en madre tuvo que enfrentarse a la terrible realidad de que nunca conseguiría serlo de forma convencional. Tanto ella como Aiden decidieron recurrir a la adopción, pero la cosa parece alargarse más de lo esperado. Estuvieron a punto de adoptar a un bebé recién nacido en Arizona, pero en el último momento la madre se retractó y eso hizo que el proceso se haya demorado más de lo habitual.

Le doy un beso en la coronilla y salgo del coche. Tras despedirme de ella con un movimiento de mano, entro en el edificio.

La sala donde se realiza la sesión informativa es sobria y aséptica. Hay una enorme pizarra blanca en una pared y una veintena de pupitres colocados ordenadamente por todo el espacio. Parece el aula de un colegio. Enseguida la sala se llena de gente muy diversa. Hay un par de chicos con pinta de delincuentes, pero la gran mayoría tiene un aspecto bastante normal. Incluso hay dos chicas jóvenes vestidas con ropa cara, de temporada, que parecen las típicas niñas ricas de papá provenientes de un ambiente privilegiado. Supongo que todos, en algún momento de nuestra vida y bajo las circunstancias adecuadas, somos susceptibles de acabar aquí.

En la reunión introductoria, un hombre bajito y regordete que se presenta como Mark Harrison, nos explica las normas, los procedimientos básicos de seguridad y los requisitos de comportamiento. También nos recuerda que está prohibido llevar pistolas, navajas, cadenas, limas, cuchillas de afeitar, o cualquier otro instrumento capaz de convertirse en un arma dado el caso. Me sorprende que tenga que hacer esta advertencia, aunque supongo que sí la hace es por algo.

Entre Leyes  y Pálpitos  (Libro 3: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora