Regreso a casa

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Will

Entro en la cafetería en la que me ha citado Dean con la cabeza hecha un hervidero de pensamientos. No puedo creer que haya dejado a medias lo mío con Chloe por esto. Exhalo aire un poco frustrado y busco a mi hermano pequeño con la mirada. Lo encuentro en una de las mesas pegadas al ventanal y enseguida ocupo la silla apostada frente a él. Su expresión es sombría. Unas ojeras profundas se adivinan bajo sus ojos y parece cansado y preocupado.

—¿Qué ocurre? —pregunto sin andarme con rodeos.

Dean coge aire y lo deja ir despacio. Retuerce las manos sobre la mesa y evita mirarme cuando dice:

—Lo que voy a decirte va a cabrearte, pero intenta ser comprensivo. — Por fin, fija sus ojos en los míos. Parpadeo, expectante. Él entorna un poco los ojos y me recorre con ellos—. ¿Y esa ropa? No parece tuya. —Señala la sudadera de Rider que me queda un poco ajustada.

—Eso es algo que ahora mismo no me apetece explicar, así que, sea lo que sea, suéltalo ya, porque me estoy poniendo nervioso —le pido.

Él se muerde el labio.

—Está relacionado con el hecho de que haya pasado tanto tiempo en Nueva York últimamente. —Alzo las cejas con curiosidad—. Yo... he estado viendo a mamá.

Todo mi sistema colapsa de pronto. Me cuesta un poco comprender el significado de sus palabras. ¿Ha dicho que ha estado viendo a mamá? Eso es absurdo, básicamente porque hace más de dos décadas que nos quedamos sin madre. Ella nos abandonó poco después de nacer Dean. No tiene sentido alguno lo que dice, ¿verdad?

—¿De qué estás hablando? —Mi voz suena queda, rota.

—Es una historia un poco larga, así que déjame que empiece desde el principio. —Toma un sorbo del té que tiene enfrente sobre la mesa dándose unos segundos para ordenar las ideas. Yo le pido a un camarero que pasa por mi lado que me traiga un poco de agua, porque siento la garganta seca y pastosa. No tarda en traerme un vaso y me lo bebo entero sin respirar. Entonces, Dean da comienzo su relato—: Hace unos años, poco después de entrar en Harvard, recibí la llamada de un número de teléfono desconocido. Era nuestra madre. Ella hacía unos meses que se había instalado en Boston, sabía que yo estaba cerca y quería verme. —Abro mucho los ojos y la boca, pero ante mi necesidad de hablar, Dean levanta la mano para indicarme que aguarde hasta que termine—. Le dije que tenía que pensarlo, porque la verdad es que no sentía la necesidad de iniciar ningún tipo de relación con ella. Yo, al contrario que tú o el resto, no guardo recuerdos sobre mamá. Era muy pequeño cuando se marchó así que, no sé, sentía curiosidad por saber cómo era la persona que tanto dolor causó a nuestra familia, y acepté verla. Quedamos un viernes por la tarde para tomar un café y pasamos un rato agradable. Fue raro también, porque me sorprendía pensar que la mujer que tenía enfrente tuviera algún tipo de vínculo sanguíneo conmigo, pero, a pesar de eso, lo pasamos bien, conectamos y empezamos a quedar una vez cada dos o tres meses para ponernos al día.

Se interrumpe y me escruta con cautela. Yo no doy crédito a lo que oigo. Se equivocaba al pensar que me cabrearía por esto, porque lo que siento va a un paso más allá del cabreo. Siento el pulso en las sienes, un nudo en la garganta y el estómago ha encogido hasta alcanzar el tamaño de mi puño.

—No puedo creer que hayas estado ocultándonos esto a todos durante tanto tiempo, Dean. Y no puedo creer tampoco que hayas estado en contacto con una persona que decidió abandonarnos cuando éramos solo unos niños. —Me siento dolido, como si las acciones de mi hermano hubieran abierto una herida que llevaba cerrada en algún lugar muy íntimo desde hace tiempo.

—Lo siento, sé que tú en concreto tenías una relación muy especial con mamá y que sufriste mucho cuando se marchó, pero tienes que entender mi punto de vista. Yo no sabía nada sobre ella y quería hacerlo. Tú tienes recuerdos, Will, pero yo no.

—Ojalá no los tuviera —murmuro con rencor.

De alguna forma, saber que mamá se puso en contacto con Dean me duele como si la sangre de esa herida tan antigua empezara a brotar con la misma intensidad que entonces. ¿Por qué eligió a Dean? ¿Por qué no me eligió a mí?

—No digas eso. Hay muchas cosas sobre mamá que no sabes. Ella tenía sus motivos para marcharse.

—Ya, ya los conozco. No era feliz. Pero en lugar de intentar buscar la felicidad a nuestro lado decidió dejarnos y marcharse lejos. Dejó de ser nuestra madre, Dean. No ha estado a nuestro lado nunca, ni siquiera cuando el abuelo sufrió aquel infarto hace unos años, ni cuando a papá tuvieron que operarle de la rodilla. Me pasé años yendo a terapia por su culpa. Ella se desvinculó de nuestra familia por completo.

—Se equivocó, pero ella siempre ha seguido nuestra pista.

—¿Y eso de que me sirve? No quiero que me cuentes más, Dean. Me voy, porque de lo contrario, voy a ser muy desagradable contigo y no quiero. —Me levanto de la mesa dispuesto a irme y él me coge del codo para retenerme aquí.

—Mamá tiene cáncer, Will. La están tratando aquí, en Nueva York. Por eso he estado viniendo tanto a la ciudad estos últimos meses.

La noticia cae como una losa pesada entre nosotros. Lo miro conmocionado, es demasiada información para digerir de golpe.

Me suelto de Dean de un tirón.

—No digas nada más. No me cuentes más —musito a media voz, con la mirada perdida y la cabeza embotada.

No puedo creer que haya pasado de estar disfrutando del sexo más alucinante de mi vida con Chloe a... esto.

Trago saliva con fuerza y noto como la saliva se queda atravesada en mi garganta. Es como si tuviera una enorme nuez impidiendo su paso.

Intentando mantener las lágrimas retenidas tras mis párpados, salgo de la cafetería y me enfrento al frío de la noche neoyorkina. La gente camina rápido a mi alrededor, los vehículos circulan con prisa, desde algún punto me llega el sonido de una canción cantada por un músico callejero... la ciudad bulle, sin embargo, yo me siento extrañamente quieto. Inmóvil.

Y con esa sensación presionando mi pecho, regreso a casa.

Entre Leyes  y Pálpitos  (Libro 3: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora