¿Estás celoso?

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Will 

Unos días más tarde, detengo el coche delante de la casa de mi exmujer y acompaño a Faith hasta la puerta. Como siempre, he pasado a buscarla por la academia de danza para disfrutar de su compañía un rato antes de dejarla con su madre. A pesar de tener la custodia compartida, odio estar una semana alejado de ella. Antes de que mi hija tenga tiempo de abrir la puerta, aparece Layla bajo el umbral. Su expresión es de enfado.

—Faith, sube a su habitación —le pide en un tono de voz que no deja lugar a la réplica mientras fija sus ojos furiosos en mí.

Mi hija me mira de reojo.

—¿Qué has hecho?

No respondo, me limito a encogerme de hombros.

—¡Faith! ¡A tu cuarto! —repite con las manos en las caderas y una actitud autoritaria que conozco muy bien, pues es la que usaba siempre que discutíamos, algo que hacíamos con frecuencia en los últimos tiempos.

Faith me lanza una mirada interrogativa, besa mi mejilla y sale disparada escaleras arriba. Yo cruzo los brazos en actitud relajada, porque creo saber a qué viene todo esto.

—James me contó lo que hiciste el otro día. —Chasquea la lengua.

—¿Y qué hice? —Me hago el tonto. Ella se da cuenta y tensa la mandíbula.

—Sabes perfectamente de lo que te hablo. ¡Lo acusaste de emitir un veredicto injusto! James estaba muy afectado.

—Lo acusé porque es cierto, Layla. Ella resopla.

—Siempre haces lo mismo, cuando las cosas no salen como tú quieres te pones en plan victimista, como si el mundo entero estuviera confabulado en

tú contra. —Sube las manos hacia arriba, luego las baja y las vuelve a subir, en una especie de danza del enfado que conozco a la perfección porque fui testigo de ella en numerosas ocasiones—. Conozco a James, nunca haría algo así. Es imparcial. No aceptó la consideración del fiscal porque creyó que estaba siendo demasiado blando con tu cliente.

—Ya, claro. Qué casualidad que en cinco años como juez esta sea la primera vez que no acepta la consideración de un fiscal...

—Oh, vamos. No seas así. El trabajo de un juez es impartir justicia. Solo estaba haciendo su trabajo.

—No, Layla. Aprovechó su posición como juez para demostrarme que tenía poder sobre mí. Siento mucho que esto estropee la imagen idealizada que debes haberte hecho sobre él, pero es la realidad.

Layla me mira muy seria, con la respiración agitada y las cejas fruncidas.

—¿Estás celoso?

Parpadeo.

Entre Leyes  y Pálpitos  (Libro 3: Saga Vínculos Legales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora