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—¿Qué te pasa?, idiota —dijo al sentir el calor que provenía del liquido en su ropa. Tocó su remera manchada de cafeína con una expresión de asco.

—¡Joanne! —Hudson llamó su atención. Ella dirigió su vista hacia su amigó que parecía insistente.

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Salió de la escuela más temprano de lo normal. Era su último año de secundaria, y los pocos meses que quedaban para que se graduara pasaban volando. Aún así, seguía faltando a clases y desobedeciendo las reglas del instituto, de todas formas, ya ni le causaba interés a los regaños o a la mala fama que eso le podía causaba.

Caminó directo hacia su casa y esperó no ver a su madre al llegar. Sabía que no tenía permitido irse de la escuela, menos cuando las clases habían comenzado hace una hora y media atrás. Sin contar también, que ella ni siquiera se había presentado a su primera clase.

«¿Para que fui?, me hubiera quedado dormida»

Pensó al sentir el sueño crecer y la humedad de su ropa. Soltó varios suspiros agobiados al no encontrar diversión en su mente.

Al llegar a su casa, abrió la puerta con mayor sigilo, lo más despacio que pudo, pero, su madre se encontraba a tan solo unos pasos de ella, sentada en el sillón mientras bebía un sorbo de té, con su mirada amenazadora que hacía erizar la piel de Joanne.

—¿Sabes qué horas es? —Inclinó su cabeza y esperó una respuesta que no la alterara de más, pero Joanne no le dirigió ni siquiera la mirada, se quedó callada y caminó hacia las escaleras cerca del comedor en donde se encontraba su madre.

—¿Piensas ignorarme?

—¿Qué? —contestó sin mirarla, con su cabeza en alto. Su vista en la escalera y con su mano apoyada en el barandal.

—¡Que me obedezcas! —Alzó su tono de voz —Joanne, hicimos una promesa. Ya llevas dos años en esta misma escuela, falta poco para que terminen las clases. Yo quiero que estés bien.

Joanne se volteó y la miró sin ganas de seguir con la discusión que se tornaba intensa. Tensó la mandíbula y no le dirigió ninguna palabra, solo se quedó ahí, callada, con los pensamientos en el aire y la intención de subir a su cuarto y esperar a que alguna idea divertida se le cruzara por la cabeza.

Ambas suspiraron profundo. Su mamá dejó la taza de té en la pequeña mesa de vidrio y se levantó sin dejar de ver a su hija con decepción. Podía admirar el cabello oscuro de Joanne, aunque preferiría que no le diera la espalda para poder ver sus ojos negros que heredo de ella.

—Piénsalo, piensa en lo que haces y luego hablamos —Fue todo lo que le dijo antes de irse de la mansión, sin darle ningún tipo de explicación. Joanne chasqueó la lengua y subió los refinados escalones en dirección hacia su habitación.

«Siempre es lo mismo»

Con un poco de paciencia se cambió de ropa, dejó su remera para lavar y se puso un short y un suéter negro para estar mas cómoda mientras se la pasaba en su cuarto.

Sus pensamientos la invadieron con las preguntas que su mamá le replanteó, con ideas inusuales, sin comprender en que tenía que pensar exactamente. No entendía a su mamá, y en el fondo tampoco quería hacerlo, aunque rara vez se sentía vacía al no poder comunicarse como se debía con ella.

Quería estar bien, pero lo único que la emocionaba y quería era la fiesta y el alcohol, cosas que su propia madre le impedía. No lo entendía y tampoco lo quería comprender.

«Nunca me deja hacer nada»

Ignoraba las peticiones de su madre sin querer comprometerse con su progenitora, no pensaba darle la razón. Podía estar horas sumergida en las acciones y consecuencias que ocasionan sus actos.

Agarró un cigarrillo y lo puso entre sus labios para prenderlo. Abrió la ventana para dejar que el humo saliera. Se acostó en su cama y miró al techo en busca de la creatividad que no encontraba.

Observó en la esquina de su cuarto, un lienzo que jamás había utilizado, aún tenía el plástico que lo envolvía, por lo que se veía nuevo. No lo dudo, y lo agarró con dificultad por el peso que tenía. Lo colocó en su caballete y quitó su envoltura para dejar la tela completamente lisa, sin ningún rasguño y sin ninguna mancha.

Empezó a preparar las pinturas, con un poco de entusiasmo al no saber qué dibujar.

Movió todos sus útiles a su disposición para que no tuviera que buscarlos e imagino un escenario para su obra.

Primero dibujo con lápiz trazos livianos un paisaje, dudo por un momento de aquel boceto, pero decidió pintarlo. Así, las brochas chocaron contra el lienzo y las pinturas se imprimieron en la tela blanca.

La sensación de pintar y de estar un rato a solas con su creatividad la llenaron de relajación. Quitó todos esos pensamientos intranquilos que se desquitaba como un huracán cada vez que se manifestaban.

Su sonrisa era ahora dibujada en su rostro, sin inquietudes molestas que pudieran interferir en su creatividad.

Mientras llenaba su mente en arte, esta también, era cubierta por las ideas que se le venían a la cabeza. Perdonar a su madre era una opción indecisa para pretender que sentía culpa, aunque no era así. Hablar sobre el tema no le parecía una solución para sus problemas. Solo pensaba en la paz interior que tendría si se disculpaba con ella.

De pronto, su celular sonó, lo desbloqueo y leyó el mensaje ruidoso que le habían mandado, dejó las pinturas y los pinceles aún lado, y mantuvo la calma para evitar manchar algo. Apagó el cigarrillo y lo dejó en el cenicero al lado del cuadro.

Ophelia: ¿Vas a hacer algo el lunes?

Aquel mensaje de texto hizo que su creatividad desapareciera de un golpe y la distrajera. Se olvidó de lo que hacía, se sentó en la punta de su cama y empezó a escribir.

Joanne: Si, pensaba molestar a Valentine en la cafetería.

Envió el mensaje lo más rápido que pudo a su amiga, con las intenciones de abandonar la conversación. No esperaba una respuesta, solo intentó ser amable, lo que se le dificultaba un poco.

Ophelia: Déjala respirar un rato.

Suspiró y volvió su vista hacia el cuadro que apenas algo pudo avanzar, lo dejó por la mitad al no ver nada reflejado en él, lo dejó secar y prometió otro día seguir con él.

Mañana tendría todo el tiempo libre para hacerlo, así que no se preocupó demasiado e intentó hacer otra cosa más productiva, aunque no tenía ganas. Fue hacia el comedor que se encontraba abajo, cerca de la cocina, con intenciones de perdonar a su madre por lo ocurrido, pero al no verla, supuso que todavía no había regresado y no le quedó de otra que esperarla en el sillón.

El sueño que aún tenía causó que se quedará dormida en el cómodo sofá.

El sueño que aún tenía causó que se quedará dormida en el cómodo sofá

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Mucho por decir del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora