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Las horas pasaban y no era como ella esperaba, la desesperación la inundaba y las confusiones parecían apoderarse de ella.

Los nudos en su garganta, los ojos rojos y la tentación de maldecir eran ocasionados por un sentimiento que todavía no encontraba, por una pena que todavía no comprendía. Por la inseguridad de sentir algo inapropiado.

Se sentía débil al no poder explicar y demostrar sus emociones y pensamientos, en algo que estaba oculto en la oscuridad, que incluso, ella misma produjo, pero que aun no lo descubría.

Al ver sus labios rozarse con otros, no pudo evitar desquiciarse con ella misma, pero, de todas formas, no entendía el porqué reaccionaba de esa manera, tan ridícula, tan incapaz de manejar. De entender.

Por un momento ocultaba todas esas intenciones de llorar, aparentaba estar enojada mientras caminaba por la fiesta sin importarle a quien pisaba. Empujaba y no hablaba con nadie. Agarró el alcohol y no se lo pensó dos veces para empezar a tomar sin control alguno, intentó hacer desaparecer aquellos pensamientos que no la dejaban respirar.

Uno, dos, tres tragos. Quería quedar inconsciente de alguna forma, para evitar cualquier contacto con ella y para deshacerse de todas las frases y palabras que se le cruzaban por la mente. No deseaba ponerse borracha, pero ahora que estaba tan confundida ya no le importaba caer.

«A la mierda»

Quiso decir en voz alta, pero Ophelia junto a Hudson y Theo la encontraron y la interrumpieron. Ophelia le quitó la copa que sostenía en su mano y la arrastró como pudo al baño.

No le pregunto nada, porque sus amigos estaban igual de confundidos que Joanne y Ophelia sabía que ella no iba a hablar.

—Déjenme —Los empujó y se dirigió de nuevo a la pista de baile, pretendía beber más. Recordaba aquel beso que nunca había imaginado. Su mente, tentada de tanta agobia, quería causar un escándalo, uno no consciente de aquel.

Todavía estaba sobria, y esperaba no estarlo para cuando terminara la fiesta. Pensó en irse, pero recordó que no serviría de nada. Estaría tirada en su cama pensando y dándole vuelta al tema sin poder dormirse. Decidió quedarse, pero no sabía hasta que costó podía aguantar aquel dolor.

Aquel dolor que no pudo evitar, uno en el cual no sabía que permanecía en ella. Sintió el calor que transmitía su cuerpo ante este choque de inquietudes que no la dejaban estar bien. Ignoraba todas esas sensaciones humanas que detestaba sentir.

De pronto, se detuvo al verla, sus ojos buscaban a alguien, estaba inquieta y sola. Valentine al percatarse de la mirada intensa de Joanne, le devolvió una sonrisa algo vergonzosa. Bebió de su copa un poco de su bebida alcohólica.

Joanne solo se le quedó viendo, con un nudo en la garganta que de repente se había ido, que lo reemplazó por una extraña tranquilidad en su pecho. También odió aquel sentir.

Agarró un trago que se encontraba a su disponibilidad, tomó todo su interior, apoyó el vaso en la mesa y ya borracha no quitó su mirada de Valentine.

Al verla sola, sin nadie que las moleste, quiso hablarle, con la intención de molestarla y ver si ese sentimiento tan absurdo que tenía desaparecía de una vez.

Antes de acercarse, esperó hasta que Valentine tomara toda la copa. Ella la seguía viendo, sin quitar sus ojos de Joanne, le sonrió y decidió aproximarse hacia ella.

—¿Qué te parece si te invito unos tragos? —le susurró Joanne al oído y la llevó hacia la barra y pidió unas de las mejores bebidas alcohólicas que tenían.

—¿Qué quieres? —Su voz estaba embobada, ya estaba ebria y no supo cómo reaccionar.

Aceptó aquella bebida, sostuvo el vaso y tomó al ritmo de Joanne. Ella acarició la mejilla de Valentine mientras recorría con su mirada sus ojos celestes, ella dejó reposar su rostro sobre su mano, aquel toque inesperado hizo que un cosquilleo se asomara por su columna.

Un pequeño roce, una unión entre sus labios, lento y confuso, un pequeño beso le dió Joanne. Esperó una bofetada, pero al no notar ninguna respuesta por parte de Valentine, con una sonrisa de costado y sus ojos iluminados como la noche, la llevó hacia el baño, pensó en cómo su cuerpo le exigía más. En como la sensación de carecer de algo, de sentirse como una idiota y de no entender lo que le sucedía desaparecieron en el momento en el que se besaron.

Ambas entraron al baño y no dudó en empujar a Valentine con suavidad hacia la pared, el pequeño tacto del muro frío chocar con su espalda hizo erizar su piel. Esperó a recibir esa calidez que ansiaba por tener. Joanne la beso sin control, unió sus salivas y se tentó por su aroma.

Sus cuerpos se chocaron y no dejaron un respiro. Estaban tan cerca que anhelaban poder sentirse más a fondo. Sus manos pasaron por la cintura de su contraria, Valentine apoyó sus manos en sus hombros y ambas no se soltaron. Se dejaron llevar por la lujuria que poseían.

El calor empezó a surgir entre ellas. Estaban sin oxígeno por aquel beso instantáneo. Querían respirar, pero sin querer soltarse.

Sus besos empezaron a bajar y a recorrer todo el cuello que tanto deseaba por explorar. La pasión que sentía no dejaba que se separaran. La necesidad de querer apegarse y rozarse entre ellas se volvía más urgente e insistente.

Las pequeñas marcas dejaban el rastro que Joanne hizo en el cuerpo de Valentine, los gemidos resonaban y el placer crecía cada vez más. No pasó ningún minuto para que Joanne le bajara el cierre del vestido que tenía en su espalda. Aquel movimiento solo hizo que su ropa se deslizara por sus hombros, sin lograr lo que quería.

Volvió a besar sus labios y mantener un contacto apasionado, acarició y pasó sus manos por toda su cintura y caderas. El placer las atrapaba en un mar de lujuria que estaban dispuestas a complacer.

Sus corazones se aceleraron y la tensión creció. Todos sus pensamientos intrusivos que odiaba almacenar en ella habían desaparecido por completo. Dejó solo las chispas de amor que causaban cada vez que se acercaba y la acariciaba, con la idea de no dejar que esta sensación terminará y, con el deseo de despertar a su lado.

Sus besos se depositaron por debajo de su cuello. Agarró con firmeza su cintura. Sus mentes no reaccionaron a lo que hacían, solo se concentraron en la mínima interacción que tenían y en todas las cosas que querían hacer ahí mismo.

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Con sus ojos abiertos y una confusión que lo llevaba a preguntarse lo que veía. Se sorprendió al entrar al baño, hizo caer su vaso de plástico por la impresión de ver a su amiga de esa forma y aparte, con Joanne. William, con la mente llena de duda y las ganas de vomitar por el alcohol, decidió retirarse avergonzado, con la idea de que sus ojos lo habían traicionado y que en realidad no eran ellas las que había visto.

Ambas no se tardaron en reírse, desearon volver a admirar aquellos toques que tanto les excitaban. Sin pensar en nada más y sin preocuparse del mañana, solo con la idea de satisfacer a la otra y lograr el máximo placer que existían entre ellas.

 Sin pensar en nada más y sin preocuparse del mañana, solo con la idea de satisfacer a la otra y lograr el máximo placer que existían entre ellas

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Mucho por decir del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora