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«Que idiota»

Ni siquiera se animó a pensar que podía solucionar lo que había ocasionado. La esperanza lejana de arreglar lo que ya parecía ser imposible no estaba en sus pensamientos, aquellos que evitaba cada vez que se le cruzaba por su mente su nombre, aquellos que parecían querer despedazarla con tan solo en pensarla. Pero era inevitable si sus sentimientos también estaban involucrados.

Caminó hacia su casa con ambas manos en el bolsillo de su pantalón negro, mientras intentaba ver el paisaje verde que tenia ante sus ojos. El cielo empezó a llenarse de nubes grises que indicaban la tormenta que se aproximaba.

«¿Por qué nunca quiere hablar conmigo?»

Los susurros en su interior parecían querer gritar y dejar de esconderse en la soledad que llevaban meses ahí. Quería estar enojada, pero solo podía estar con la cabeza baja, enamorada de alguien que sentía que no le correspondería nunca, con la obligación de ocultar sus ganas de volver a besarla.

«¿Tanto me odia?»

Mirar el suelo mientras caminaba y pensaba en lo ocurrido solo causaban más problemas en cuanto cruzó mal la calle.

El ruido de las bocinas de los autos la despertó en un salto y corrió hasta llegar a la otra vereda.

Nunca se le ocurrió que esto sucedería, que estaría así por Valentine, que iría a su casa para explicarle y quisiera hacer las paces con ella. A veces sólo sentía que debía ignorar lo que sentía, aunque no estaba de acuerdo en pensar que aquellos sentimientos no existían.

Llegó a su habitación y se encerró ahí hasta que le diera hambre. Sostuvo su celular y no supo si era buena idea, pero quería hacerlo.

Joanne: Hola, ¿puedo hablar contigo?

Ophelia: ¡Holaa! Si, ¿qué pasó? ¿Quieres que vaya para tu casa?

Joanne: Por favor.

Sabía que para Ophelia aquel mensaje que le envió le resultaría raro e inesperado por parte de ella, ya que no era frecuente que le mandara mensajes, mucho menos que le pidiera hablar con ella. Joanne necesitaba tener una opinión ajena a lo que pasó, si es que había hecho bien en ir a su casa, si realmente era una estúpida como ella pensaba, si tendría que rendirse o incluso, saber que tenía que hacer.

El miedo consumió su ser y la convirtió en alguien que no era.

Ophelia llegó lo más rápido que pudo y en menos de diez minutos ya se encontraba en la habitación de Joanne esperando a que ella saliera del baño.

—¿Y bien? ¿Qué pasa?

—Fui a la casa de Valentine —pronunció al salir del baño y cerrar la puerta para sentarse en su cama—. Y le pedí hablar, pero se negó.

La angustia recorrió por su cuerpo, apretó sus manos y esperó una respuesta que la ayudara.

—Bueno, al principio se negó, pero luego aceptó y me dejó pasar a su casa, le dije que intente hablar bien con ella pero que siempre me terminaba ignorando y se enojó, me dijo que nunca la traté bien. Después me fui —continuó al ver como Ophelia procesaba cada palabra.

—Hazte su amiga, luego ya vas a ver como confesarte. —Fue lo único que se le ocurrió decir.

—Pero si no quiere —Alzó la voz— como me voy a hacer su amiga si siempre me está ignorando y se enoja conmigo.

—Joanne, no te lo tomes personal, ella quizás está cansada que la trates así y debe pensar que la estas manipulando o algo, no que de verdad tenga buenas intenciones.

Joanne se calmó y respiró profundo, todavía sus ideas se estaban acomodando y no tenía ni la menor idea de cómo lidiar con eso.

—¿Entonces qué hago?

—Lo primero que se te ocurra para acercarte a ella sin hacerla sentir mal —propuso y dejó que pensara y se le ocurriera algo a su tiempo. Ophelia mantuvo una sonrisa cálida.

Afuera de su ventana se podía observar como las primeras gotas de lluvia caían. Ophelia miró la habitación como si nunca antes hubiera estado ahí. Dirigió su concentración en aquel cuadro que llevaba ahí semanas en la misma esquina, pero ahora, con una tela encima que lo cubría.

Las ideas salían de su cabeza como bombas a punto de explotar, no quería cometer el mismo error; buscarla a la fuerza sin conseguir nada, intentar hablarle y que siempre se rehusara a escucharla. Pero no se conformaría con las manos vacías, ella quería lograrlo. Aunque cueste su confianza.

Estaría dispuesta a perderlo todo, a dejar a un lado su mal carácter, a intentar mejorarse cada día. Y todo solo por ella.

Miró sus manos y quedó hipnotizada unos minutos antes de poder reaccionar y seguir hablando. Todavía no tenía una idea concreta de que hacer, solo sabía que al volver a la escuela trataría de dejar de ser la antigua Joanne y empezar a tomarse más enserio sus emociones. Porque después de todo, la amaba, y no había otra cosa más que quisiera; demostrarle cuánto la quería.

—¿Por qué lo tapaste?, ¿puedo verlo? —Hizo referencia hacia aquel lienzo que no podía ver.

—No es nada, es una estupidez —Ophelia no le hizo caso a sus palabras y quitó la manta. Observó con lentitud aquella obra, su boca y sus ojos abiertos la delataban al admirar aquel cuadro. Volvió a dirigir su mirada hacia Joanne, sin poder expresarse con palabras.

—Te queda hermoso, sin duda te encanta. —Joanne no se esperó esa reacción, y solo pudo soltar algunas risas casi silenciosas.

Pasaron unos minutos en silenció para que después Ophelia se volviera a su casa y dejara a Joanne sola, perdida en su mente y con las dudas colapsando.

Respiró profundo y cayó en su cama. Podía escuchar el ruido de la tormenta que se aproximaba.

Aunque aún no era de noche y el sol todavía no se escondía, quedó dormida aún con sus zapatillas puestas, la cama desordenada y las luces prendidas.

Aunque aún no era de noche y el sol todavía no se escondía, quedó dormida aún con sus zapatillas puestas, la cama desordenada y las luces prendidas

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Mucho por decir del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora