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La noche se acercaba junto al caluroso viento. Los chicos entraron a su habitación asignada con el sueño que se hizo presente por el largo viaje. Al ingresar las camas estaban separadas una de otra, y a diferencia de las demás esta solo tenía dos camas, una de una plaza y la otra de dos.

«Qué coincidencia»

Los tres dejaron sus cosas en el pequeño pasillo. Hudson miró primero el baño que se encontraba cerca de la puerta. Era espacioso, pero chiquito para su gusto. No pudo evitar mirarse en el espejo y admirar su rostro. Al salir vió a William mirar el paisaje por la ventana, aquel que daba directo hacia la calle.

—¿Dormimos juntos? —susurró Hudson en el oído de William. El pegó un salto y un grito leve pero agudo al escucharlo, no se lo esperaba.

—Si.

—Yo quiero dormir en la cama grande —reclamó Theo.

Hudson suspiró y se dirigió a él. Apoyó su mano en su hombro y negó con la cabeza. Sus ojos se veían cansados pero aún seguía aquel brillo tan característico de él.

Su boca se curvó y una sonrisa apareció. Se tiró a la cama boca arriba. Se sentó en ella y miró de reojo a Theo que se cruzó de brazo aun queriendo dormir en esa cama. William acomodo sus cosas mientras Hudson se hacía el galán con sus movimientos de pelo. El marcó y apretó su mandíbula en forma de que Theo hiciera una mueca de inquietud.

Se sentía libre al sentir el viento chocar con su rostro y ver que podía estar a solas con William mucho más tiempo de lo que él creía.

Señalo la cama y William fue directo a él, se acostó y los fuertes brazos de Hudson lo rodearon en un abrazo resistente. Ambos cerraron los ojos por un momento y se olvidaron de todo hasta que escucharon los suspiros fruntantes de Theo resonar por la habitación

—Yo pedí la cama primero.

—Pero tú eres uno, y nosotros dos.

—No se vale —. Se acercó a la otra cama y se dejó caer con los ojos cerrados.

Hudson y William intercambiaron miradas y se sentaron. Ambos sabían que esa noche no irían a ningún lugar por la hora y por el cansancio que la mayoría tenía. Desconocían del hotel y no les pareció una mala idea dar una vuelta. Entonces se levantaron y salieron de la habitación.

Ambos pudieron sentir la adrenalina recorrer sus cuerpos. Corrieron por los pasillos y chocaron con un ventanal que daba unas vistas preciosas. La luna llena se veía más grande y el cielo despejado era hipnotizarte al ver.

Las miradas curiosas se cruzaron por segunda vez. Hudson agarró la cintura de William y lo besó sin dar más vueltas. Aquellos toques bajaron a su cadera y lo atrajo hacia él. William le correspondió y siguió su ritmo mientras colocó sus manos en sus mejillas.

El calor de su cuerpo aumentó, las risas cómplices se hicieron presentes en el pasillo en el que solo ellos estaban. Pequeños besos por sus cachetes y labios. Las caricias de Hudson bajaban y subían por la espalda de William.

Ninguno de los dos sabía si podía salir de sus habitaciones, aunque poco les importó, pero el miedo de que los atrape permaneció con ellos.

Ninguno de los dos sabía si podía salir de sus habitaciones, aunque poco les importó, pero el miedo de que los atrape permaneció con ellos

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Mucho por decir del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora