Amor. Una palabra tan sencilla pero con un significado tan hermoso. Hay mucho por decir del amor, pero nadie se atreve a hablar de él.
¿Qué se oculta a través de aquel sentimiento? Será quizás algo que muchos no entienden, algo que para otros es ine...
Su corazón latía más rápido de lo esperado. El escalofrío que recorrió su cuerpo emergió en una idea ridícula que produjo su mente al pensarla. El calor se hizo presente en el pasillo de la escuela, el cual le recordaba cada intento, cada burla y cada momento que pasó con Valentine.
«Mierda»
Pensó al sentir su cuerpo arder.
Solo la miró de lejos y eso le bastó para darse cuenta de las ganas que tenía de hablarle.
-No hagas el ridículo -La voz de Hudson apareció cuando la vió hipnotizada en aquellos ojos celestes que tanto admiraba. Joanne no respondió y se acercó hasta captar su atención.
Valentine se sobresaltó cuando cruzaron miradas tan de cerca.
-¿Pero qué mierda haces? -habló involuntariamente y le dirigió una actuada mirada amenazante. Aurora y William escaparon y dejaron solas a ambas. Valentine miró hacia sus costados y maldijo en voz baja al no verlos por ninguna parte.
-¿Qué pasa? ¿Ya ni siquiera me puedes verme a los ojos? -La ironía que soltó solo dejó confundida a Valentine.
-¿No me podes dejar un rato en paz?
«Sin dudas me odia»
-Y eso que pensé que realmente querías hablar conmigo. Que pena. -dijo con sarcasmo e imitó una risa falsa.
-Te odio. -Se volteó y de pronto pensó que se había liberado de Joanne, pero una energía recorrió su cintura cuando la sujeto de la muñeca y apretó con suavidad para detener su caminata.
-¿Tanto me odias? -susurró en su oído detrás de ella. Movió su cintura en dirección a Valentine y acarició con suavidad las caderas ajenas, con tanta discreción que Valentine no se había percatado de aquel toque.
Sus latidos iban cada vez más rápido y un pequeño sonrojo empezó a notarse en sus mejillas. Aquella electricidad que expulsó su cuerpo hizo que Joanne lo notara.
El calor ascendió. No pudo evitar sentir el rose que sus manos ejercieron. Su cuerpo se delataba al estar tan cerca de ella, el pinchazo doloroso en su panza por los nervios aparecieron y no parecían querer irse. Se resistió y mantuvo un contacto físico que anhelaba cada segundo.
«Bésala»
Se separaron con brusquedad y quedaron a unos pies de distancia. Valentine la rebajó con la mirada para luego volver a dirigirse hacia la salida.
Joanne salió junto a sus amigos que la esperaban en la salida. Se fueron los cuatro hacia la casa de Joanne y mantuvieron silencio hasta llegar.
-¿Por qué la tratas así? -Se sentó en el sillón sin dejar de verla.
-¿Quien? -Joanne estaba desconcentrada, por lo que no escuchó con claridad la pregunta de Hudson.
-¡Valentine! ¿Por qué la tratas así?
-¿Así cómo, idiota? -Se ofendió por aquella duda que Hudson parecía tener.
-Mal. La tratas mal, ¿No es que te gusta? -Joanne quedó en blanco. Pensó en la respuesta, respuesta la cual no sabía.
Se sumergió en una cantidad de preguntas que hacía que se quedara pensativa. ¿Qué clase de persona era? ¿Quién trataría de esa forma a la chica que le gusta? Que tonta. De pronto dejó de ver lo que sentía y se enfocó en la realidad, «Inutil» se dijo a sí misma en un susurro mientras los demás solo la observaban.
La pesadez en su cuerpo dejó en claro lo que sentía. Sus manos sudaron y sus ojos se apagaron, pensó que aquel brillo duraría, pero no fue así.
La oscuridad llegó a todos los rincones de la sala, solo pudo sentir el frío envolverla en una tormenta helada. ¿Por qué de repente sentía que se derrumbaba? Cerró con fuerza su puño y mantuvo la seriedad en su mirada, aunque no reflejaba lo que ella quería. Los demás vieron su mirada apagada, como si todo lo bueno desapareciera y las pesadillas volvían.
-¿Cómo quieres que la trate? ¿Qué de un día para el otro la trate como si estuviéramos bien? No estamos bien. Ella me odia y no creo que eso cambie por tratarla mejor.
Llorar era lo último en lo que pensaba. No podía dejarse ver vulnerable por una pregunta que dejaba su existencia dudar.
-Cambiarías un montón de cosas, Joanne. Se que Valentine en algún momento va dejar de odiarte solo porque cambies tu actitud en ella. No vale la pena que la veas con otros ojos cuando en realidad ambos sabemos que gritan un te amo.
-Ophelia tiene razón, no pierdes nada intentándolo -murmuró Hudson en voz alta.
Sus emociones la aterraba con cada palabra que soltaron sus amigos. No podía hablar, el nudo en la garganta no permitía aquel movimiento, así que solo quedo en silencio. Miró a los tres que no paraban de darse la razón uno al otro.
Suspiró hondo y exhaló suave al no tener las respuestas necesarias que buscaba su mente en todo un murmullo que surgió en su cabeza.
La idea de intentar de nuevo hablar de buena manera con Valentine la desanimaba bastante. ¿Por qué después de ya haberlo intentado esta vez si funcionaria? Los pensamientos claros no se encontraban por ninguna parte y la desesperación empezó a aparecer.
Quiso pedir ayuda internamente. No podía concentrarse y la voz de Hudson le aturdió con cada palabra. No escucho nada de lo que dijo, solo asintió para que dejara de hablar.
-Lo intente cuando nos vimos en la biblioteca de la escuela, le hable bien.
-¿Y qué hizo ella? -Ophelia cerró la puerta de la enorme sala y se dirigió hacia Joanne.
-Nada, no quería hablar, me trato mal, como siempre. Ya les dije, me odia.
-Seguí intentándolo, con que una vez la trates así no significa que ella también lo haga.
-Váyanse -. Joanne se levantó desanimada y ni siquiera se volteó a mirarlos, solo se fue hacia su habitación.
Hudson miró a sus dos amigos mientras levantaba sus hombros en busca de respuestas.
-Se siente mal, vamos.
Joanne entró a su dormitorio y se recostó boca abajo en su cama matrimonial. El silencio se hizo presente mientras divagaba en su mente, en los pensamientos que nunca había creído que algún día emergerían. Sacó un cigarro de su bolsillo y lo prendió con dificultad. Le dió una pitada con los ojos entrecerrados mientras respiraba el humo.
Y volvió a sentirse débil, inutil al darse cuenta que no tenía motivos alguno para seguir con el mismo plan con el cual empezó a acercarse a Valentine. Molestarla ya no era suficiente.
«Ellos tienen razón»
volteó y miró su cuadro sin terminar que llevaba ahí semanas. Entonces, agarró sus pinturas y pinceles de su armario. Empezó a trazar aquellas pinceladas que habían quedado en el olvido.
Soltó el humo que había retenido y volvió a apoyar el cigarrillo entre sus labios.
Enseñó en todos aquellos trazos sus sentimientos. Quedó atrás aquel paisaje frío que antes quería crear. Lo reemplazó por una mirada que reconocía a distancia. Su cabello colorado cayendo por su hombro, con su mano izquierda apoyada en su pecho y la otra que cubría una parte de su cuerpo. Dibujó una manta de seda blanca como en las estatuas de un museo. Y sus curvas eran admiradas por sus ojos.
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