Amor. Una palabra tan sencilla pero con un significado tan hermoso. Hay mucho por decir del amor, pero nadie se atreve a hablar de él.
¿Qué se oculta a través de aquel sentimiento? Será quizás algo que muchos no entienden, algo que para otros es ine...
Sus ojos brillantes destacaron de todos los objetos que se encontraban en el lugar y el silenció se apoderó de sus voces. Joanne jugó con sus propias manos, ella entrelazó sus dedos mientras se movía de un lado a otro.
—No me caes mal —hablo sin haberlo pensado antes. En sus pómulos se notaba un rubor natural lo que produjo una duda y curiosidad en Valentine.
—¿De la nada te empecé a caer bien? —Se apoyó en el escritorio de la profesora sin dirigir la vista hacia ella—. No te entiendo Joanne.
—No, en realidad nunca me caíste mal, solo quería molestarte —Joanne dio dos pasos hacia delante con la intención de acercarse aún más.
«Espero que entienda que me estoy disculpando»
—¿Eso es todo lo que me querías decir?
—¿Vamos a ignorar lo que pasó en la fiesta?
—Estábamos borrachas —interrumpió a Joanne y miró hacia el suelo sin poder mantener su mirada en ella.
Para las dos era incómodo recordar lo que sucedió aquel día. Pero Joanne quería estar segura de que algo pasó.
La necesidad de confesarle su amor se hacía más grande al pasar los segundos. Una cálida curva en sus labios se formó en su rostro, dio un paso más y se quedó en su lugar.
—¿También vamos a ignorar el beso que nos dimos en la biblioteca? Estábamos sobrias—. Valentine dirigió por un minuto su vista a ella.
Sus latidos aumentaron y sus pensamientos se apoderaron de ella. «¿Lo dije bien?» todas las preguntas daban vueltas por su mente en aquel desorden. Mordió su lengua para no caer en la tentación de hablar de más y trató de controlar su corazón que estaba inquieto.
—Tu me besaste —aclaró para defender cualquier intento de Joanne.
—Pero te dejaste —Se aproximó hacia ella y solo quedaron a un pie cerca.
Aunque la distancia en la que estaban aún la separaban. Joanne podía sentir la respiración de Valentine chocar contra la suya. Sintió las ganas de volver a repetir aquel beso que había quedado inconcluso. Su vista bajó hasta llegar a sus labios. Joanne acarició apenas el brazo de Valentine con una caricia sutil que apenas ella pudo sentir.
Joanne sujetó con fuerzas la remera de Valentine y la atrajo hacia ella con un movimiento lento. Sus ojos se cerraron y sintió mariposas por todo su cuerpo.
—Me gustas —confesó Joanne aún con su voz agitada—, me gustas tanto.
Un beso era suficiente. No pedía más que estar a su lado y poder decirle lo tanto que la amaba. Con un roce de labios correspondiente y la sensación de caer de nuevo en un beso que las dejaría sin aliento. Volvería a repetirlo, pero retomo en sus pensamientos lo que le dijo y la vergüenza se hizo presente junto a ideas ridículas que emanaba en su mente.
«Se lo dije. Mierda»
—Ya pueden salir —dijo el de limpieza con la puerta abierta.
Ambas salieron sin volver a mirarse. Valentine se tapó la boca con su mano, agarró su celular y fingió que alguien la llamaba.
El entorno estaba sin ningún otro estudiante a su alrededor. Las calles estaban vacías y el calor empezó a aumentar. Cada una se fue a su casa sin volver a decir alguna otra palabra.
Ya no sintió aquel peso que la perseguía hasta detener sus pasos. Fue como un alivio inesperado decirle que le gustaba. Como si la necesidad se hubiera ido.
«Ella se dejó»
Sus ojos se iluminaron y una leve sonrisa se formó en su rostro. Sus cachetes se fueron endureciendo con cada minuto que pensó en Valentine, en la forma de besarla y en lo tierna que se veía.
Llegó a su casa con una sonrisa ladina, embobada en sus pensamientos. De pronto un aroma que reconoció la distrajo.
—Sabes que me molesta que no seas puntual ¿No? —Su madre se apoyó en el borde de la puerta de la cocina.
—Solo me quede unos minutos más en la escuela —Tiró su mochila en el sillón— ¿La comida ya está lista?
—¿En la escuela? Ya me imagino lo que habrás hecho en la escuela. ¿Cuándo vas a cambiar esta actitud?
—¿Qué actitud? —Joanne esperó a que su mamá contestara, pero ella solo bostezo y entró a la cocina.
—Me tratas mal, no tienes respeto, faltas a tus clases, estás todo el día tirada en tu cama, sacas malas notas. ¿Qué más puedo esperar de ti? —Su voz retumbaba por toda la casa y cada vez era más fuerte.
Joanne se dirigió en silenció hacia su habitación. Las emociones cambiaron de repente en cuanto cruzó esa puerta.
La tranquilidad y la sensación de estar bien desaparecieron y se transformaron en decepción y fracaso.
Sus ojos con brillo pasaron a estar llorosos, con aquel nudo en su garganta que no la dejaba respirar correctamente. Sus puños cerrados y su mandíbula tensa empezaron a doler. El vació que pensó que nunca más aparecería volvió. Intentó eliminar aquellas lágrimas que se deslizaban por su mejillas hasta sentir su rostro arder.
Estaba cambiando, ella sentía que estaba progresando, pero también vio que su madre no se daba cuenta de su mejora. ¿Entonces de qué servía, si nadie la iba a apoyar?
—Perdón —dijo su mamá al entrar al cuarto—, pero me preocupo por ti.
La oscuridad se juntó con el silenció que produjo la conversación que Joanne no deseaba tener.
Se ocultó entre las sábanas de su cama y miró hacia la pared sin querer escuchar a su madre. Ella entró y se sentó en la punta del colchón y observó cada esquina del dormitorio.
—¿Ya pudiste pintar en el lienzo que te regale? ¿Dónde está?
—¿Desde cuándo te importa?
—Siempre me importó, pero nunca estás en casa como para darte cuenta de eso.
Su mamá se levantó y se retiró aún con la culpa de no poder conversar con Joanne.
Al final recordó las peleas que quizás ella ocasionó. ¿Acaso todas las discusiones eran por su culpa? Era un pensamiento obsesivo que parecía nunca irse. Era para ella algo grave no poder estar bien con nadie. ¿Todo había mejorado con Valentine o todas esas mariposas se ahogarán con el tiempo? ¿Sentía ella lo mismo o por qué dejó que la besara?
«¿Me odia?»
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