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Joanne


Todos se dirigieron al salón de teatro, donde se encontraba el escenario. Debajo, unas sillas unas al lado de otra y detrás también.

El lugar se llenaba de alumnos, profesores y algunos familiares que venían a ver y a escuchar aquel espectáculo, aquella sinfonía que ciertos alumnos habían practicado para ese momento.

Joanne tomó asiento en unas de las filas del medio, sin esperar demasiado de aquella orquesta. Ophelia y Theo se encontraban al lado de ella. Esperaron a Hudson. Miraban hacia su alrededor, todavía había gente que esperaba para entrar y otros apurados para sentarse. Ophelia miró hacía la entrada para encontrar a Hudson, pero al no verlo cerca le pareció raro. Joanne estaba seria mientras miraba el reloj de su celular. No pensó en donde podría estar Hudson solo quería retirarse de ahí.

«¿Cuánto falta?»

De repente, el silencio se hizo presente, y las luces enfocaron al director. Hudson llegó a tiempo y llamó la atención de su alrededor.

—Lo siento —susurró al ver la fría mirada de Joanne, que, de alguna forma, lo cautivaba.

«¿Qué le pasa?»

Pensó por un instante al mirar a Hudson que no dejaba de ver a William con una expresión que Joanne no pudo distinguir.

—Buenos días queridos alumnos, profesores y familiares, gracias principalmente por estar aquí, en este gran día, donde los alumnos se dispusieron a presentar esta obra para darle una despedida a todos ellos por ser su último año, así, todos los que quisieron participar, mostraran sus talentos musicales. Sin dejar que esperen más; un aplauso a los alumnos de sexto año.

Los aplausos surgieron con normalidad y entusiasmo, sin embargo, Joanne no demostró ninguna emoción por aquel discurso, y se negó a aplaudir.

Las luces se apagaron y aparecieron nuevas en el escenario, iluminaron a cada participante, la melodía empezó a sonar, el ritmo de los violines, los violonchelos, entre otros, sin faltar el protagonista de esta sinfonía; el piano, tocado por Valentine.

Algunas lágrimas de emoción empezaron a aparecer, en especial, las de su mamá, que admiraba con total pureza lo que su hija había aprendido, le daba tanto orgullo que no podía contener sus ganas de emocionarse y de admirar el maravilloso talento.

Ophelia mantenía su mirada al teatro, escuchaba y cerraba de vez en cuando sus ojos para concentrarse en el hermoso ritmo. Theo y Hudson solo demostraron algo de asombro, intentaban disfrutar del momento, pero algunos pensamientos los interrumpieron.

Los amigos de Valentine, Aurora y William, estaban sentados unas sillas más adelante, con los ojos llorosos y una alegría por Valentine. Aquella música, Interstellar, llenaba de pasión a todos en aquel lugar tan significativo para los presentes.

Joanne no quitó su mirada de Valentine, se hipnotizó y aquellos recuerdos interrumpieron en su cabeza. Miró los ojos celestes de Valentine, con esa mirada que tanto anhelaba ver, con su cabello colorado, su piel blanca y suave, aquellos labios.

Aquel beso.

Aquel beso que deseaba tener. Besarla hasta amanecer junto a ella. Amarla como si no hubiera un mañana, tenerla a su lado mientras dibujaba un futuro juntas y, Valentine tocaba el piano formando una melodía entre sus caricias. ¿Por qué se sentía así y no lo podía expresar? Su mente se acumuló de energía positiva en la cual nadaba, con la orquesta de fondo. Quería abrazarla, pero esto no era nada nuevo, sin embargo ahora entendía lo que sentía, lo que quería, lo que todo este tiempo había deseado ver de Valentine. Ella sabía la verdad, aunque nunca lo había admitido, sabía lo que sentía.

Mucho por decir del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora