☞ ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ ᴛʜʀᴇᴇ ☜

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— ¡Son unos hijos de puta!

Zael estrelló el periódico contra el escritorio porque de verdad que no podía creer que ese par de imbéciles hayan llegado a tanto como para poner en los periódicos lo malo que era como jefe, lo mal que trata a sus empleados y que encima lo destituyeron como presidente de su fábrica.

¿Cuál había sido la maldita necesidad?

Sabía que era lo que generalmente hacía esa agencia cada vez que observaban un lugar, pero había tenido la esperanza de que YajaTzael hiciera una excepción por él, aunque ahora ve que a ese tipo le valía un kilo de verga lo que pasara con él o lo que le afectara.

Su reputación ahora estaba por los suelos, ahora toda Corea se iba a enterar de cosas que, lo admitía, hizo, pero hace meses que había cambiado su comportamiento con sus empleados, incluso les subió el sueldo a más de un sueldo mínimo. Lo había hecho como disculpa por los malos tratos, mas ya nada valía la pena.

Lo que más lo tenía hecho un manojo de ansiedad es que le prohibieran ser el principal fundador de los orfanatos o que le impidieran ver a los niños por no ser un hombre correcto. Si eso llegaba pasar él juraba que dejaba de ver a ambos lados de la calla al cruzar, así moriría aplastado por un camión o algo.

— Esto e-es un asco.

Con miedo de que no lo dejaran ver a sus niños bonitos y chiquitos, abrió uno de los cajones del escritorio para sacar entre millones de lágrimas uno de los bisturí que guardaba ahí. Tenía mucho de no cortarse, desde ese día de tormenta en que le presentó a YajaTzael quién era Min Zael, desde entonces jamás lo había hecho, hasta ahora.

Se sentó en el sofá, viendo borroso por las lágrimas acumuladas llegó a quitarse los guantes. Soltó miles de sollozos cuando comenzó a cortarse la piel, cuando comenzó a hacer más marcas sobre las que ya estaban grabadas en sus muñecas, sobre las que jamás se irían.

La sangre se hizo presente en un dos por tres, comenzó a manchar su pantalón e incluso el piso tan bonito. Él no sentía dolor, no sentía nada al cortarse una y otra vez, ya no sentía nada más que dolor mental, psicológico y sentimental, solamente eso podía sentir.

Le dolía la cabeza de tanto pensar, el corazón le dolía de tanto sentir y el pecho estaba oprimido de tanto dolor. En serio que ya no quería dar más, ya no quería más dolor, pero no podía dejar solitos a sus sobrinos, no cuando era lo único que ellos tenían, cuando él era el mundo de ese par.

No quería dejarlos como su familia lo dejó a él, no quería que ellos sintieran ese terrible vacío de estar solos en ese mundo, sin nadie que los apoyara. Esa era la razón por la que seguía luchando incluso cuando perdía todas las batallas, solamente por sus sobrinos, también por todos los niñitos de los orfanatos y por los animalitos.

— Esta no es la forma de solucionar las cosas, gatito.

Sollozando como niño pequeño alzó la cabeza, su mentón tembló al ver a AlexYaed con una sonrisa suave y con los brazos abiertos para él. No dudó entonces en levantarse para correr hacia ella y meterse entre sus brazos sin pensar mucho en si le manchaba la camisa blanca con la sangre.

— Todo se fue al barranco, Nona. Todos me-me odian — Susurró — Soy la peor persona de este mundo, soy un asco.

— No lo eres, bebé.

AlexYaed lo envolvió muy bien, enterró la nariz en su cabello mientras le hacía mimos ahí para que calmara su llanto, porque le dolía escucharlo llorar y hablar de esa forma solo porque alguien le había dado un muy golpe bajo. Lo peor de todo es que ese alguien era su familia y debía decirle a él.

ᴍɪɴ's sᴇᴄʀᴇᴄᴛ  ☞ ʏᴀᴢᴀᴇʟ/ʏᴏᴏɴᴍɪɴ [ ʟɪʙʀᴏ ᴅᴏs ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora