☞ ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ ᴛʜɪʀᴛʏ ғɪᴠᴇ ☜

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Lo que no se solucionaba pasando página, se solucionaba cambiando de libro.

— " Te amo tanto que no me importaría pedirle perdón al mismo Dios por ti... bueno, no tan así. Ay, qué asco "

Nunca, desde su desafortunada creación, el infierno se había vuelto tan frío como en ese momento estaba ocurriendo y los demonios nunca se habían sentido más asustados como en el preciso instante en el que una fuerte neblina comenzó a pasar por encima de todo el fuego que había en cada maldito rincón de ese inframundo, apagándolo por completo y haciendo de ahí algo mucho más oscuro, más sombrío y frívolo. Cada alma fue encerrada en torres de las que no podían salir y cada alma en pena fue metida a pozos hervidos.

Todo el inframundo quedó desolado por aquellos que alguna vez fueron hijos mortales del Todopoderoso, todo quedó en un silencio sepulcral, en medio de una neblina fría y tétrica. Cada demonio se vio tremendamente obligado a arrodillarse y mostrar un profundo respeto, temblando en el proceso y sin aparente valor de alzar la vista para fijarse en la gran cantidad de ángeles que estaban entrando por costudiar al poderoso Dios que, por primera vez, estaba poniendo un pie en ese lugar que había creado para los traidores.

La cifra de ángeles que estaban entrando era innumerable, pero se podía decir que era el triple de cantidad que la de todos los demonios que habitaban en el inframundo y cualquiera que tuviera la osadía de levantarse, sería desaparecido cruelmente por uno de ellos. Debido a eso se lograban escuchar unos fuertes ruidos provocados por los súbditos de Lucifer y entonces fue peor en cuanto miles de trompetas empezaron a sonar justo como cuando el fin del mundo llegara.

— Bien, debo admitir que verlo de nuevo me ha generado más odio. Es que es tan arrogante.

Lucifer era quien estaba en su trono, tenía puesta su debida corona y sosteniendo su debido cetro. Demonios en forma de canes mutantes estaban a cada lado y muchos de ellos estaban escondidos detrás de él por el inminente miedo que le tenían al Dios Todopoderoso que en ese momento estaba subiendo los pequeños escalones que daban permiso a donde estaba él, rodeado de muchos ángeles que lo veían con un rencor inhumano por su traición. Y él solo sentía asco, odio y unas ganas de desatar el final apocalíptico por tener así de cerca a quien lo desterró de su hogar, de quien le arrancó sus alas y su verdadera forma solo por una simple traición.

— Aquí estoy, mi amado Luzbel.

A parte de su hijo unigénito, nunca nadie, desde la maldita existencia, ha podido ver a Dios a los ojos o siquiera ver con claridad su rostro y ni siquiera el ángel más allegado ha tenido ese honor, no obstante, Lucifer fue siempre la excepción de todo, siempre fue quien estuvo encima hasta del mismo Jesús de Nasaret y por tal razón es que Dios no tuvo el valor de eliminarlo, dándole así un hogar en alguna parte del universo en donde pudiera estar. Aunque la distancia del cielo y el infierno era mucha, Dios siempre lo ha tenido cerca y lo tenía porque lo amaba a pesar de cada traición.

En cuanto quedó frente a Lucifer, su túnica empezó a desaparecer para darle pasada a un traje blanco, en donde su corona pudo relucir y brillar tanto que algunos demonios quedaron ciegos. Y a pesar de que el inframundo era un lugar muy interesante, su atención estaba completa y únicamente en Lucifer, en el rey de las tinieblas que se puso de pie para entonces quedar mucho más de frente, como desde hace siglos que no estaban.

— Solo quiero decirte que no me arrepiento de nada. Todo el mundo puede tomar por... Creí que no vendrías.

Él se fijó en Dios, en el hecho tan simple de que había decidido tomar su rostro humano como burla por haber perdido su verdadera forma al ser desterrado del cielo y logró ver esos ojos que nadie más podía ver más que él, esos ojos con un interesante selección de colores. El izquierdo era un púrpura dulce y el derecho un rosa intenso, y ambos lo estaban viendo a él como si el tiempo no pudo haber pasado o como cuando estaban en el cielo, cuando él era un ángel también.

ᴍɪɴ's sᴇᴄʀᴇᴄᴛ  ☞ ʏᴀᴢᴀᴇʟ/ʏᴏᴏɴᴍɪɴ [ ʟɪʙʀᴏ ᴅᴏs ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora