29| Francesco Santoni

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A R T E M I S A


—¿Artemisa?

Detengo mis pasos en seco al escuchar esa voz. La música del club nocturno resuena en mis oídos, las luces led recaen en mi rostro cegándome por un par de segundos y cuando logro volver en sí, giro.

Allí, puesto de pie frente a mí, Francesco Santoni aparece con una sonrisa reluciente en el rostro.

Aquel italiano me había agradado cuando lo conocí hace cinco años gracias a los Kaulitz. Es uno de los pocos, por no decir que es el único, al que aún le guardo cierto aprecio. Después de todo, Francesco, a diferencia de Tom, me trató como una persona y no como un saco de carne que podía ser desechado en cualquier momento.

Esos recuerdos hacen que mi estómago se revuelva.

—Francesco —murmuro incrédula.

Sus ojos verdes relucen entre la oscuridad y las luces de colores. Está idéntico a como lo recordaba.

Francesco es de esas personas que son elegantes por naturaleza, incluso ahora que utiliza una camisa un tanto abierta, una bermuda a juego y zapatillas. Es lo más informal que lo he visto usar desde que lo conozco.

—¿Qué... haces aquí?

—¿Qué haces tú aquí? —dice sin perder la sonrisa. Me evalúa de pies a cabeza y ríe un poco—. Los años te han sentado bien por lo que veo.

—Lo mismo digo. Te ves...

—¿Increíblemente apuesto? —bromea. Río por lo bajo, asintiendo con la cabeza.

Sophia, cuando me llamó para avisar que Rudson llegaría pronto al club nocturno en las favelas, dijo que estaría con sus socios y mi intuición me dice que Francesco es uno de ellos. Aunque no logro entenderlo.

¿Por qué un tipo tan agradable haría negocios con alguien tan desagradable como Rudson?

Obtengo mi respuesta casi al instante al ver a un par de metros a Tom, sentado al lado de Irina en una mesa, atento a lo que sucede.

Hizo tratos y negocios con Tom y Bill en el pasado, cuando eran un par de monstruos asquerosamente ricos, así que, por supuesto, no debería sorprenderme que ahora haga negocios con Rudson.

—Espera, ¿estás... trabajando en este lugar? —suelta de pronto, regresándome a la realidad. Lo observo sin entender—. Como dama de compañí...

—¿Qué? No, por supuesto que no —meneo la cabeza de un lado a otro. La sola idea me estremece hasta los huesos—. Nunca haría algo así.

—Oh, lo siento, pensé que sí. Me enteré tiempo después de atrapar a Ozuru y Han, que Tom estaba buscándote por cielo, mar y tierra —Mi corazón se detiene ante esos recuerdos.— Supuse que habías terminado aquí por culpa suya. Lo lamento.

Trago saliva.

—No, yo... logré escapar de él.

—Me alegro —sonríe otra vez—. No sé por qué pensé eso, sería imposible que Tom tenga contactos aquí.

Al parecer mi cara lo dice todo, pues instantáneamente se apresura a darme una explicación al respecto.

—Los dueños del club lo quieren muerto. Si estuviera aquí y llegaran a verlo, créeme que no saldría vivo de este lugar, pero en fin —se encoge de hombros—. ¿Te invito un trago?

El miedo aparece, las ganas de querer salir corriendo me invaden y estoy tentada a hacerlo. Me imagino tomando la mano de Tom, arrastrándolo lo más rápido fuera de este club, escuchándolo preguntarme qué sucede, mientras yo intento mantenerlo vivo. Pero ¿de qué serviría? Echaría a perder todo, nos pondría en evidencia y quedaríamos, una vez más, en desventaja ante la Interpol.

Darkness feel like homeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora