39| Did you miss me?

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[DÍAS DESPUÉS...]




N A R R A D O R


Tokio, Japón


La jaqueca empieza a fastidiar a Tom más de lo que debería. Está hastiado de tener a Bill lejos, de no ver a Selene, de repetir en su cabeza incansablemente esa mañana en la que encontró a Artemisa con Levi...

Ha ejecutado un plan, un plan que no sabe si dará resultados. Han transcurrido tres días desde entonces, perdió contacto con los hombres que envió y ahora se encuentra en el mismo punto en el que empezó.

Últimamente todo lo que come le cae mal, termina aferrado al retrete al menos una hora. La punzada en su estómago le hace saber que alimentarse con cigarros y whisky está pronto a pasarle factura, pero no tiene tiempo para ponerse a pensar en esas estupideces.

Si está enfermo o no, eso poco le importa ahora. Lo único que desea saber es si su hermano sigue siendo su hermano. ¿Bill lo traicionó? ¿Realmente lo hizo? Su corazón se niega a creer en esa posibilidad y su cabeza intenta buscar miles de motivos para refutar esa idea dolorosa, pero los recuerdos de su último encuentro lo atropellan.

«¿Te digo algo, Tom? Yo siempre fui tu punto débil»

Sujeta una nueva botella de alcohol y se la empina. El líquido le quema la garganta.

«Por eso no me asesinaste cuando perdí la cabeza por Yumi y eché a perder cientos de negocios y dinero, por eso regresaste por mí para escapar juntos de Tokio cuando me entregué a Ozuru, por eso nunca fuiste capaz de jalar del gatillo cuando mostraba ser débil»

Debilidad... Eso es justo lo que está acabando con él los últimos días.

«¿Y sabes algo? Ahora acabaré con tu estúpida familia porque no pudiste acabar conmigo, porque a pesar de todo, yo soy el único al que verdaderamente has amado, el único que conoce tu oscuridad. No podrás vivir sin mí. ¿O sí?»

—¡MIERDA!

La botella termina hecha añicos cuando se estrella en la pared. Tom hunde los dedos en su cabello, intentando callar las voces en su cabeza, sus pensamientos, el sentimiento de culpa, el dolor...

No sabe cómo, pero termina en una de las habitaciones de Takeshi caminando de un lado a otro, a punto de perder la cabeza. Entonces, eso que es capaz de salvarlo de su propia oscuridad, aparece en el umbral de la puerta.

Mechones de cabello negro decoran su rostro, sus cejas marcadas, sus labios rosados y esos ojos azules que tanto le gustan forman el conjunto de una auténtica belleza.

El vestido de seda que usa como pijama deja al descubierto sus piernas de infarto, su piel bronceada y tersa... Casi puede saborear lo bien que saben sus jugos.

Artemisa lo observa con detenimiento. Sabía que la estaba pasando mal, que aunque diera órdenes y aparentara estar hecho de acero ante sus hombres, por dentro estaba hecho pedazos. Lo sabía bien, pero decidió no intervenir, hasta ahora.

—Tom...

—Ven a mí.

Intentó que sonara como una orden, pero se escuchó como una súplica. Y es que es así. Necesita sentirla, necesita sentirse vivo al menos por un instante.

Artemisa se acerca con cautela, cerrando la puerta tras de sí, mientras el de barba se deleita con cada movimiento.

—Desnúdate —demanda con voz dura.

La peli negra desliza los tirantes de su vestido con delicadeza, dejando poco a poco sus pechos desnudos. Tom contiene un jadeo al ver la hermosura que tiene en frente, en tanto la erección en sus pantalones se vuelve cada vez más insoportable al repetir en su cabeza que ella es suya.

Darkness feel like homeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora