Libro #2 [TERMINADO]
Tom no esperaba que separarse de ella lo consumiera poco a poco.
El odio es poderoso y el desamor... es letal.
Juntos son una bomba de tiempo que echará a volar a todos a su alrededor. ¿Estarán dispuestos a correr ese riesgo? ¿...
Base militar subterránea de alta seguridad, Alaska
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Escupe sangre a un lado, para luego regresar la mirada al frente. Siente su visión nublarse y su cabeza doler como un carajo, pero se obliga a elevar la guardia. El otro sujeto se abalanza sobre él con fuerza, enviándolos a ambos al suelo.
Gruñe por lo bajo, quitándoselo de encima con las piernas. Se incorpora y antes de que su oponente pueda hacerlo también, se posiciona encima. Lo toma del cuello y cuando su puño casi deshecho impacta contra su mandíbula, da por terminada la pelea cuando este cae inconsciente.
—¿Qué crees que haces, Kaulitz? —escucha decir a un hombre por las bocinas. Bill eleva la mirada, observando en la segunda planta, tras un cristal, al hombre que le ha hecho la vida imposible desde que llegó a donde sea que esté—. Acaba con él.
El gemelo no se mueve. Tambalea sobre su lugar y aprieta los dientes al sentir su abdomen doler.
—¡AHORA!
Bufa exasperado. Aprieta los puños y camina hacia el pobre tipo al que acaba de ganarle. Se mueve a duras penas, tiene el rostro desfigurado, bañado de sangre y sudor, mientras los tatuajes en su cuerpo tienen algunas heridas abiertas sobre estos. Lo analiza por unos segundos y se obliga a rodear su cuello con los brazos.
—B-Bill... —musita con dificultad, intentando arrastrarse lejos—. ¿Q-Qué...? ¿Qué haces?
El peli negro hace una mueca, empezando a ejercer fuerza sobre su agarre.
—Lo siento, Lèon. No es personal.
Lèon se mueve de un lado a otro, enterrando las uñas en el brazo de Bill en un intento desesperado por quitárselo de encima. El gemelo aprieta los dientes, en tanto el rostro de aquel hombre se torna totalmente rojo y sus venas se marcan cada vez más. Poco a poco deja de moverse y cuando sus manos caen a los lados, lo suelta.
Lanza lejos el cuerpo de Lèon, para luego incorporarse. Limpia su nariz con el dorso de la mano y eleva la mirada hacia la segunda planta. El hombre entre las sombras sonríe satisfecho.
—Buen muchacho —lo felicita. Las enormes puertas de metal se abren, dejando frente a sus ojos una especie de túnel—. Ahora ven aquí.
Camina arrastrando los pies. Su cuerpo duele, al igual que su rostro. Tiene los nudillos enrojecidos y cubiertos de callos y heridas. Ha perdido la cuenta de cuánto tiempo lleva aquí, ni siquiera recuerda la última vez que pudo dormir más de dos horas. Lo único que tiene alrededor son paredes de metal y eso le da pie a creer que está en alguna base militar en lo más recóndito del planeta. Y no se equivoca.
