Prólogo

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Por alguna razón

Camina por los pasillos, de vez en cuando echando una mirada a tu alrededor solo para confirmar que eres la única ahí. Los demás debieron haber salido corriendo hacia bastante de la mansión.

Miraste la pintura en la pared, ¿Eso siempre estuvo ahí? Eran el amo Lucifer y una mujer bastante alta con cuernos prominentes. Los primeros días interrogante a tus compañeros sobre quienes eran, pero te habían mandando callar diciéndote que por tu propio bien no debías dejar que el amo te oyera hablar de ella.

Genial, de todas maneras no te interesaba saber.

Apresuras el paso, un poco difícil debido a la enorme canasta con ropa que llevas. ¿Ropa de bebé? ¿Para que habría cosas así en la mansión de todas maneras?

Finalmente llegaste a tu destino, en la parte más baja de la mansión donde debías encender la lavadora y poner toda esa ropa.

Sientes las gotas de sudor bajar por tu frente mientras el reloj interno en tu cabeza hace más ruido. Hacía bastante tiempo que debías haberte ido de la mansión, junto con los demás trabajadores, pero sería peor no acabar tus tareas.

Te daba miedo siquiera imaginar al rey del infierno enojado, verlo sería cien veces peor.

La última pequeña prenda entra en la caja de metal, entonces cierras la puerta y la enciendes antes de alejarte para respirar. Simplemente tienes que dejar trabajar la lavadora y volver mañana a primera hora para continuar.

Vuelves al primer piso y te apresuras con el paso más rápido y silencioso que puedes a salir de ahí. Tienes los nervios a tope y el sudor frío recorriendo tu rostro, prácticamente puedes escuchar el susurró del averno en tu nuca. Aunque claro que solo eran alucinaciones por el estrés.

Estas tan cerca, tomas el pomo de la puerta principal y estas lista para salir. Entonces...

Un fuerte grito resuena por toda la mansión Morningstar, era el llanto de un bebé.

Devuelves la mirada, confundida. Tu miedo se ha ido y lo único que reina es la confusión y aquel llanto incesante de algún pobre infante.

Puedes oírlo provenir claramente del segundo piso, pero... muy pocos empleados tienen permiso de estar ahí. El segundo piso es hábitat de Lucifer. Ahí está su habitación, oficina y demás cosas que solo el rey del infierno sabría. De todos los treinta empleados del día a día, sólo unos cinco tenían permitido subir.

Te giras y abres la puerta para irte, pero otra vez ese llanto.

Titubeas, pensando en si lo que estás planeando es lo correcto o no. Finalmente te armas de coraje, regresando sobre tus pasos y subiendo las escaleras a toda prisa.

Sigues el llanto del bebé, hipnotizada por la preocupación. Llegas a la habitacion donde se escucha y abres la puerta.

Esta todo bien decorado, con juguetes y cosas de bebés por ahí y por haya. El color de las paredes es un bonito rosa pastel y hay más detalles en blanco. Lo que más sobresalía eran los innumerables patos; peluches, cuadros, juguetes, sábanas...

Ignoras todo, archivandolo para más tarde.

Te diriges al elefante en la habitación; una cuna alumbrada por una lámpara, de ahí proviene el llanto del bebé.

Pones tus manos temblorosas al borde de la cuna y te asomas.

Ahí había una pequeña bebé. Era adorable, con su piel crema tan reluciente, mejillas sonrosadas y su cabello rubio.

Estabas tan concentrada en la adorable vista de la pequeña que no te das cuenta como una sombra maligna de eleva sobre ti.

[Fin del prólogo]

Por alguna razón || Lucifer x T/NDonde viven las historias. Descúbrelo ahora