¿Un chofer?

24 3 0
                                    

     Carla vagaba por lo onírico, mirando la televisión sin enterarse de nada. Envidió la tranquilidad con la que su sobrina dormía en su regazo, porque ella era un dilema con patas. Luc tomó un aperitivo con ellos antes de irse al trabajo, y desde entonces, Carla tiene las ganas en guerra con las dudas. Quedarse a dormir en casa de su hermano, o irse al piso con ella.

Javier y Luc podrían ganarse la vida como dúo cómico. Su humor y poca vergüenza, se acoplaban tanto, que parecen más hermanos que ellos. Recuperar ese sabor familiar, le ha dado un aire de normalidad al día que saboreó. Con Guillén, una reunión así hubiese sido impensable.

Al terminar, Carla la acompañó hasta la puerta y Luc le preguntó un anhelante:

     —¿Regresarás? —Chocando su mirada de ilusión, con la suya de dilema.

Carla le sonrió, pero sin concretar nada, y para colmo, Luc agarra su muñeca, y pone sobre su palma extendida una llave reluciente.

     —Por si quieres contarme tus dudas —le dice. Y su sonrisa inagotable sopló en la moribunda llama de su ilusión.

Pero ahí seguía, sumergida en dudas, mirando la tele sin volumen, y con la llave quemándole en el bolsillo de atrás. No fue consciente de que Javi se sentó a su lado hasta que lo escucha preguntar:

     —¿Por qué sonríes? ¿Han dejado las noticias de dar miedo? —Le apretó una rodilla trayéndola en sí como el chasquido de un hipnotizador.

     —¿Estoy sonriendo? —fingió al sentirse descubierta.

     —No has parado de sonreír desde que has entrado por la puerta. —Su voz transmite lo ilusionado que esta.

     —No exageres Javi—. Intenta maquillar el resultado, pero no hay nada que hacer contra su cara de pillo.

      —!Es verdad! —la chincha. —Pero sabes me encanta verlo. Aún a pesar de las circunstancias —concreta, apartándole el pelo con delicadeza para evaluar el moretón de su mejilla.

Carla ve como aprieta la boca reprendiéndose a sí mismo. La suave luz del salón incidía en su pelo que empezaba a escasear, volviéndolo cobrizo y nota como la responsabilidad de su amor la atraviesa. No pretende consolarlo. Lo que le dice, lo siente.

     —Si te soy sincera, ni me acuerdo de todo esto... —Hace un círculo con el índice indicando a su cara magullada.

     —Pues menos mal... —baja la mirada.

Guardaron un silencio acompañado por la respiración de la pequeña Irene, que duerme con la boquita entreabierta ajena al dolor del mundo, y al de esos dos adultos que habían aprendido a protegerla a pesar de su sufrimiento.

     —Siento lo del coche Javi —acarició su brazo.

     —Una estocada —acepta con una afirmación de cabeza. —Esa hija de puta me dio una buena estocada. Pero lo importante es que estás bien, eso que no se te olvide. —Se apresura a aclararle, siendo su forma de pedir disculpas por sus dudas.

     —Gracias.

     —No tiene importancia, pero Carla, no vuelvas con ella —la advertencia va cargada de reproche. —Mira lo que te ha hecho, no merece ni agua —apretó la boca con desprecio.

Carla asiente dándole la razón, y agacha la cabeza en busca de algo bueno de Guillén en su memoria. En lo más profundo, intenta aún justificarla. Javier observa cómo se ensombrece su rostro, y no está dispuesto a dejar que se apague esa luz brillante de ilusión que traía pintada en los labios al cruzar su puerta.

La chica del club IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora