Luc está enfadada, pero sobre todo asustada, aunque eso no lo reconocerá nunca. Cuando aparcó frente a su casa, y vio las luces encendidas como una bengala en mitad de un naufragio, se puso muy nerviosa. ¿Qué hacía Carla allí? Un radar interno le dijo que algo no andaba bien. Cada paso hacia la milagrosa puerta abierta le parecieron tan lentos como los del hombre en la luna. Y cuando cruzó el umbral y se encuentra la escena... no pudo pensar.
Ahora Carla le aguanta la mirada con una mezcolanza de miedo y turbación, intentando maquillarla con un gesto orgulloso y lleno de reproche, que hace aguas por todos lados.
—¿Qué haces aquí? ¿Eh? !Deberías estar en casa! —Explotó autoritaria.
—¡Esta es mi casa, por si lo has olvidado! —Aseveró altanera, y la ceja de Luc saltó sorprendida como un cepo.
Le costaba un mundo tratarla con cuidado en estos momentos, así que respiró hondo para hablar lo más conciliador que pudo.
—Me refiero al piso —matiza, conteniendo el enfado.
—Porque quiero estar aquí. En mi casa —insistió tozuda, señalando el suelo con rabia.
—Pero, ¿cómo qué quieres estar aquí? —preguntó tan perpleja como si acabara de ver una mariposa con plumas.
—Pues es bastante fácil de entender. —Se cruza obstinada de brazos, al darse cuenta de que le tiemblan las manos.
—Carla... —sonó a advertencia.
—Esta es mi vida, y es donde tengo que estar —la cortó añadiendo la nueva decisión con la barbilla en alto.
—Pe... pero... —buceó en que decirle.
—Pero nada —la corta de nuevo. Luc bufó con las manos en las caderas, y gritó pesa de la frustración.
—¡Tu vida se ha vuelto peligrosa, por si no te habías dado cuenta! —dice fuera de si, señalando la amenaza que acababa de salir por la puerta.
—¡Eso no tiene que importarte!
—¡Pero me importa! ¡Dios! ¡Me importa! —Dijo con las manos al cielo. —¿En qué demonios pensabas, viendo aquí tu sola? —La encaró.
—No tengo porque pedirte permiso, ¿sabes? —Le reprochó con calma. Las cejas de Luc se volvieron una maraña confusa en el entrecejo. La miró un instante interpretando su queja, mientras la rabia, toma terreno a la comprensión.
—Eres la mujer más tozuda con la que me he topado—. Negó perpleja antes de explotar. —¡La más jodidamente tozuda, e inconsciente! —Tuvo que darle la razón a Javier.
—¡Aaaahh, claro! Y por lo visto te has topado con muchas mujeres para comparar, ¿no? —Se mordió los labios.
—¿Eh? ¿Pero qué dices? —El cansancio le entorpece procesos mentales tras el fluir de adrenalina, pero ese detalle le hizo considerar un trasfondo. —¿Qué coño te pasa ahora? —Preguntó sin dar crédito a lo que oye.
—No me pasa nada —se atrincheró sin responder, echando tierra en esa posible vía para el diálogo. —Y te recuerdo que no he sido yo la que ha entrado como una, inconsciente —enfatizó— partiéndole la cara a nadie. —La atacó haciéndose la herida por su comentario, sin encontrar nada lógico para defenderse.
—Te recuerdo que ella te partió la cara a ti primero. —Entró al trapo encarándola de cerca. —No sé si mantienes en esa cabeza tan dura que tienes, la imagen de tu bonita cara en el espejo. —Su índice dibujó un giro chulesco, en la bonita cara en cuestión.
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La chica del club II
Romansa¿Qué harías si el pasado llamara a tu puerta pidiendo ayuda? ¿Te entregarías a alguien que te impone límites, y aceptarías las consecuencias? Tras separarse, Luc y Carla, intentan recuperar la vida que tenían antes de conocerse. Hasta que un día, la...