La vida cambia en un giro.

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     Para Carla la mezcla química en sus venas disparada por los acontecimientos, le complicaba centrarse en mantener una conversación trivial con Javier. Todos están preocupados, pero para ella, las piezas de su drama se acoplaban con cristalina perfección. Luc la mira con una seriedad desacostumbrada que la obliga a bajar la vista, o le sería imposible seguir con su teatro. Se apartó del peso de sus ojos, y los sintió picotearle en la nunca, mientras se centra en darle la razón a Javier en todo y terminar cuanto antes.

Al girar de nuevo, Luc ya no está.

     —Javi, tengo que colgar —procuró ocultar la urgencia. —Mañana te llamo—. Corrió hacia la puerta con el corazón furioso con ella misma.

Al salir, se estremece con el aire gélido de la madrugada. Luc sobre la moto, pelea con la pata de cabra que se resistía a moverse.

     —¡Luc! ¡Espera, no! —Saltó los escalones de la salida y la alcanzó, asiéndose a su brazo para impedir que se encaje el casco.

     —Haz el favor de soltarme —dice igual de frío que el airecillo húmedo colándose astuto por cualquier hueco.

     —No, espera —tiró de ella.

     —Entra a casa, hace un frío de mil demonios. —Le aconsejó firme al reparar en cómo se estremece a pesar del grueso abrigo color crema.

     —No —resonó en el silencio de la noche.

     —Carla...no es buen momento. —Luchó con las correas del casco, pero colgada a su brazo, le impide cada intento. Resopló mirando al cielo de un negro opacado por las farolas, intentando disipar la rabia.

     —Escúchame —le pidió con un zarandeo, aunque ni ella sabe que quiere decirle.

     —¿Ahora quieres que te escuche? ¿A qué juegas? ¿Eh? ¿Crees que puedes desaparecer sin decir nada? —Explotó, y con un deje amargo le soltó sus dolorosas sospechas. —Si lo que quieres es estar con ella, no tienes más que decirlo y me largo de tú vida de una puta vez.

     —¡No! Por Dios Luc, no es eso —exclamó ofendida.

     —¿Entonces que coño es? —Su mirada fue un desafío, y la urgencia en su voz le dejó claro que no aceptaría evasivas.

Carla suspendió en el aire la confesión dudando si contársela. Su pecho está desbocado con una respiración errática que amenaza con hiperventilarla. Se arma del valor que no ha tenido hasta ahora, y lo suelta como algo podrido y sin procesar que estaba matándola.

     —Natalia me dijo que me dejarás como a todas, y volverás con ella. — Decirlo en voz alta, diluyó esa fuerza fatalista que sentía al tenerlo dentro.

Luc recibió la información como un mal olor que la hizo apartarse arrugando el gesto. Parpadeó intentando darle forma a esa locura dentro de su cabeza, y Carla esperó en silencio sin saber descifrar su expresión.

     —¿Natalia? —Dijo perdiendo la mirada por encima de ella con el ceño fruncido, como si pudiera exprimir el contenido y sacarle la lógica.

     —Sí... Ha venido esta tarde y... —Luc siguió hablando como si ese detalle fuera irrelevante.

     —¿Qué te dejaré como a todas? —Carla no supo diferenciar a quien iba dirigida esa pregunta.

     —Sí... ­—afirmó, como si tuviera que dejarle claro que lo ha oído bien.

     —¿Eso crees? —La mira al fin. Ante su silencio la apremia. —¿Lo crees? Porque si es así, no sé para qué me detienes.

Aquella declaración se mantuvo entre las dos, separándolas como un muro de verdad irrefutable. La urgencia en su mirada obligaba a Carla a procesar una respuesta.

La chica del club IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora