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¿Fue una locura ponerle su casco y volar con la moto? Puede ser, pero mereció la pena. Los brazos de Carla a su alrededor le sientan demasiado bien, y el calor de su pecho en la espalda, ¡uf...! Y cuando notó cómo sus muslos se apretaban con toda intención contra los suyos, el código vial, el límite de velocidad y las protestas de Tana se borraron de entre sus prioridades.

Esta noche, el ascensor no era una trampa para ratones, sino la oportunidad de llegar arriba cuanto antes, o de quedarse encerradas juntas, que ni tan mal. Su vecina ancianita del quinto B, metió el bastón, abriendo las puertas del ascensor al más puro estilo Moisés. Luc mantuvo la compostura, y la conversación más tensamente comprometedora, de la historia de las conversaciones tensamente comprometedoras, mantenidas en un ascensor con ancianitas del quinto B. Y, a pesar de la excitación, estuvo a la altura de su cordialidad habitual.

Carla, tras ella, se reía con disimulo, disfrutando de verla tragar saliva, aguantando estoica la batallita de la buena señora, mientras ella le apretaba los pechos contra la espalda.

En la puerta del piso, la señora continuó su charla, desoyendo las insistentes buenas noches de Luc, hasta que Carla le da un tirón descarado de la chaqueta, y la hace desaparecer de escena como un mago. Después del portazo, se vio atrapada contra la puerta y en frente su carnosa boca, que derramó toda su ternura en la suya. Siente el cuerpo aflojarse como en un deshielo y soltó un ronco:

—Ummm... —Doblando las rodillas sin despegarse de sus labios hasta ponerse a su altura.

Necesita una tregua, o le arrancaría la ropa como el papel de un regalo que llevas demasiado tiempo esperando. Calma, o no podrá interpretar las intenciones de Carla. Así que se pega a su frente, y esperó a que se regularan sus descompensadas respiraciones de maratón, buscando sus ojos para que le resuelvan las dudas. Carla le dijo:

—Sigue. —Y añadió la sonrisa más jodidamente rompe almas que tenía en el catálogo.

Luc resopló en su boca, sabiendo cuánto le divertía su ya patentado, sentido y sufrido:

—Bbrrrffff. —Carla rompió el silencio del piso, en una de esas carcajadas perfectas que le vuelven los huesos agua, y le hundió los labios en el cuello, trepando hasta su oído en una caricia mojada y resbaladiza. Allí le ronronea: —Rubia, lo del ascensor no te lo perdono.

La advertencia le hizo esconder una risita avergonzada en su hombro.

—Por Dios, qué vergüenza... —Sus mejillas enrojecieron, ilustrando sus palabras.

—Sí, sí... —Se burla sin creerla. —Ninguna.

Llegar a la cama les llevó un par de paradas contra los muebles, que aprovecharon para romperse y repararse la boca con besos cada vez más húmedos, más lentos y conscientes. En el dormitorio, el marco de la puerta les sirvió de apoyo, y allí, Luc la besó con una calma confiada, como si no estuviera al borde de la taquicardia.

Carla le quita la chaqueta, dejándola caer al suelo tras escurrirla por sus brazos. Siempre le han gustado sus hombros, y sube a ellos, apoyándose en ellos para acercarla un poco más y besarla hasta el desmayo. Baja las manos a su cintura. Nota que le tiemblan. Juega y duda con el botón del vaquero, y decide cambiar rumbo adentrándose bajo la camiseta.

Luc siente sus yemas pasear tímidas de sus costados a la espalda, y se deja explorar encantada de sentirla sobre su piel. La sujeta por las mejillas y la acerca a su boca como un cuenco de agua. Tiene los labios hinchados de tanta lucha y disfrutó del placer desinhibido de verla sumergirse en el beso. La invade con la lengua, y Carla la atrapó soltando un gemido lleno de atrevimiento. Mete el muslo entre sus piernas, aupándola en él. La sorpresa hace a Carla jadear una bocanada de aire y Luc espera la retirada, pero nota con alivio sus caderas empujar contra ella, mordisqueando sus labios. Sonríe, porque le encanta que pierda el control. Abarca su culo con ambas manos y la embiste despacio, disfrutando los jadeos de su boca entreabierta. Se toma su tiempo en besarla; ralentizando cada caricia con suavidad y ganas, llevándola al borde de la excitación hasta que ella misma no pueda obviar el deseo y salte por voluntad propia.

Ve que tiene los ojos cerrados y el labio atrapado entre los dientes con una concentrada mueca de doloroso placer. Aquella imagen se instaló en su vientre, notando una humedad capaz de crear cualquier vida, así que viajó por la cinturilla de su vaquero para desabrocharlo. Carla tensó la espalda y se aparta un poco. Luc frena, dándole el mando para decir el siguiente paso, dejando paciente las manos en sus caderas, acariciando como un ronroneo sus costados con los pulgares. Su mirada le fue indescifrable.

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⏰ Última actualización: Dec 16, 2024 ⏰

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La chica del club IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora