—Nos ha dejado tiradas.
Luc suspiró abatida, pero Tana, desde la encimera, se limita a lamerse la pata, alternando miradas poco compasivas que le dejan claro con todas las letras lo patética que suena.
—Me gustaría algo más de comprensión, ¿vale? Pero claro, qué más te puedo pedir. No eres un perro —le deja claro pegándose a su carita de colores. —¿A qué jode? —Tana elevó el cuerpo, restregándole la cabeza por la boca, y la hizo exclamar un derretido: —Oh qué mona. Perdóname...
La puerta se abre y Carla la pilla besuqueándole la cabecita.
—¿Interrumpo algo? —Sonríe, y el corazón de Luc le da un buen codazo en las costillas diciendo: ¡Te dije que vendría!
—Sí. Y es una conversación privada entre gatas —selló sus labios con el índice.
—Oh, ¿os dejo solas? —Tana saltó de la encimera, y trota haciendo gruñiditos hacia su dueña, que la carga en brazos. —Hola, mi amor. Te eché de menos.
Aquel tono tierno hizo las delicias de los oídos de Luc.
—Jodido animal con suerte. —Chasqueó la lengua, limpiando con energía la zona donde Tana había tenido sentado el culo hasta hace un momento. Carla se acercó, rodeó la isla, y poniéndose de puntillas la besó en la mejilla.
—A ti también te extrañé, boba. —Se felicitó por el paso dado.
—¿De verdad? —Luc siguió frotando la encimera, procurando ocultar una sonrisa tonta.
—Claro.
—Y has venido porque no podías soportarlo, ¿ummm? —bromeó, echándole una ojeada autosuficiente.
—No —responde indiferente. —Solo quería comprobar si funcionaba la llave.
—¡Ouch vaya! —Luc soltó una carcajada amarga, como si no le hubiera dolido, igual que una patada en la espinilla. Se afanó con la bayeta en zonas limpias, pensando que lo de frenarla en seco podría ponerlo en el currículo.
Carla rodeó su abdomen, pegando la mejilla en su espalda.
—Sabes que estoy de broma, ¿verdad?
Luc cierra los ojos, absorbiendo la pesada calidez de su cuerpo. Los acercamientos por sorpresa de Carla le hacen perder el paso de un baile que conoce bien.
—Pues claro. Sé que lo de la llave es una excusa. Has vuelto por la gata. —Recompuso su cara de todo controlado, y se dio la vuelta.
Carla dibuja una sonrisa tímida que le queda demasiado bien como para obviarla, y Luc pasó de sus ojos a aquella boca que siempre le apetecía observándola pronunciar.
—Sí, justo regresé por eso. Por la gata. —El comentario le hace alzar la ceja, y para Carla, ese gesto se convierte en un check list que le muestra las tareas que va realizando con éxito. Les agarró las riendas a los latidos y dio un pasito más. —¿Qué tal el día? ¿Has metido a mucha gente en la cárcel?
—No, la verdad —se mecieron en el abrazo. —Pero he puesto alguna multa. A mi madre le habrán pitado los oídos.
—Pobre —dijo entre risas, deleitándola con su sonido.
A Luc las ganas de besarla se le acumulan, y a Carla las continuas visitas a su boca la están poniendo nerviosa. Se aclara la voz antes de decir:
—Y... ¿Qué ibas a hacer antes de que viniera?
—Meterme en la cama, abrazarme a Tana y llorar.
—Oh, vaya... Menudo plan —soltó una carcajada nerviosa.
Luc se ancló a su boca pintada de un rojo mate. Su sonrisa era demasiado bonita, y los dientes demasiado perfectos. Se la imaginó con aparato en la adolescencia y al menos, en su imaginación calenturienta, le quedaba realmente sexy. Su voz la trae de la fantasía.
—¿Y ahora? —se humedece los labios. —¿Qué piensas hacer?
Otro check.
—Ahora me encantaría cambiar a la gata por ti. Pero sin llorar, a poder ser.
Aquella revelación tan sincera le revolcó los latidos. Era el momento, ¿no? Si había venido, dejaba claro para qué. Volvió a sus ojos que esperaban expectantes. El check se había quedado bloqueado, bien arriba, como una erección. Traga, pero la saliva se niega a bajar, y tras una pausa eterna, se obligó a reaccionar diciendo lo más firme que pudo:
—Me apunto.
—¿Ummm? —sonó incrédula, mientras analiza los derroteros calientes que tintan la conversación, y las mejillas de Carla.
—Te delata esta ceja, Luc —susurró peinándola con el pulgar. Notó las manos de Luc acercándola por la cintura.
—Me declaro culpable, aunque la culpa sea tuya—. Se encoge indiferente de hombros, como si no estuviera estallando en su cuerpo una erupción.
Quería besarla, ya, pero las riendas las tiene Carla. Se lo ha prometido justo esta mañana, así que opta por empezar con la avanzadilla, para ver si puede ganar la guerra.
Rozó su nariz con la suya, notando el tentador calor de su boca. Carla, en un acto reflejo, se alejó con discreción, y Luc, afloja las manos de su cintura dándole espacio. Procura ocultar la decepción por lo inconcebible de unir en una misma persona esa cuadratura de deseo y miedo.
"¿Paciencia?" Bufó. "Me río yo del santo Job".
—Pues venga, que mañana trabajo —resolvió, cambiando la actitud. —Termino de limpiar esto, y voy para allá. No, no, no hace falta que me ayudes. Debes descansar. —Le puso la mano en la espalda, rechazando su ayuda, indicando que fuera a la habitación.
¿Qué había hecho mal? Pensó confusa ante su cara de niña buena que lo comprende todo.
¿Qué he hecho mal? Siguió repitiéndose en bucle bajo las sábanas.
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La chica del club II
Romantik¿Qué harías si el pasado llamara a tu puerta pidiendo ayuda? ¿Te entregarías a alguien que te impone límites, y aceptarías las consecuencias? Tras separarse, Luc y Carla, intentan recuperar la vida que tenían antes de conocerse. Hasta que un día, la...